Feminismo no es una mala palabra

Feminismo no es una mala palabra

Juzz Pincay Pazmiño

Hace pocos días tuve la oportunidad de exponer sobre feminismos en un foro de mujeres diversas, la experiencia además de satisfactoria fue interesante: pude notar en vivo y en directo como la resistencia hacia el movimiento aflojaba las manos cuando entregué información y respondí preguntas. Entiendo que los medios y redes sociales (gracias al algoritmo) nos muestran solo fragmentos de realidades que analizamos desde nuestro metro cuadrado y sin darnos la oportunidad de mirar afuera de la ventana.

Cuando en algún espacio alguien se declara feminista, nunca falta una expresión facial que grita desconcertación/miedo, también alguien podría virar los ojos y otros sencillamente podrían de manera muy extraña incluso enojarse. Como si en lugar de soy feminista, una hubiese dicho: soy una loca asesina de hombres y niños. De alguna forma, incluso entiendo todas esas expresiones, los medios de comunicación sostenidos por el patriarcado han logrado que la gente incluso se resista a querer entender qué es el feminismo.

Por eso inicié la presentación diciendo, fuerte y claro, que el feminismo no es una mala palabra, y tampoco es algo que existe hace poco. Definí la palabra para ponerle una base a todo: movimiento social y político que lucha para que todas las personas tengamos derechos humanos, sobre todo para que las mujeres tengan una vida digna. Yo no soy muy fan de romantizar el concepto porque considero que hacerlo podría crear más zonas grises. Con esto dicho, les hablé de las olas del movimiento, de los pedidos por contexto político, y también llegué a lo más importante: anunciarles que en el siglo XXI hablamos de feminismos porque nos reconocemos diversas y plurales.

Después, les hice un glosario con las palabras y frases que -en casos particulares- desde los feminismos se crearon para darle nombre a las violencias: patriarcado, techo de cristal, androcentrismo, feminicidio, mansplaining y también les comenté sobre las diferencias entre el feminismo liberal y radical. Les repetí y desmenucé todas las frases de bell hooks. Les demostré con datos como el único enemigo de una mujer es el patriarcado y nunca otra mujer. Les conté las demandas principales: derechos sexuales y reproductivos, vida digna, división del trabajo de cuidados, presencia de mujeres feministas en espacios privados y públicos. Les recomendé libros. Les hablé de las marchas. Les invité a ser parte. Llegó la ronda de preguntas.

Preguntaron sobre mi vida en activismo, me pidieron que les dé esperanza de cambios (regresé a la lámina de las olas donde les recordaba la eficiencia del movimiento), me contaron cómo han presenciado violencia política, y tuve una pregunta muy particular que por tiempo no pude contestar, es una pregunta frecuente y que hoy para terminar este texto responderé.

Ella dijo algo así: «Yo estoy de acuerdo y a favor de erradicar la violencia de género en todos los espacios, pero no puedo estar a favor del aborto, para mí eso significa muerte, puedo ser feminista y estar contra esa demanda?»

El feminismo defiende la autonomía de las mujeres sobre sus vidas y sus cuerpos. La demanda de la despenalización del aborto es urgente para que las mujeres podamos tener decisión plena y sin represalias sobre nuestro plan de vida. Obligar a una mujer a finalizar un embarazo resultado de una violación, por ejemplo, es doble tortura. Obligarnos a maternar también es violencia de género y si eres feminista, no puedes estar a favor de solo erradicar ciertos tipos de violencia pero apoyar otros. La respuesta corta es no: no puedes ser feminista y estar a favor de la maternidad forzada.

Debo confesarles que el foro abierto me daba un poco nervios pero fue la parte más genial del día, entre comentarios preciosos que hablaban de mi presentación, se destacaba el: yo no sabía nada de esto y me imaginaba que no sabían porque nadie lo enseña en la escuela, porque a los medios masivos nunca les interesó, porque la imagen que se tiene del feminismo es de cuatro “locas” en una plaza pidiendo que las dejen ser. Porque el patriarcado se ha encargado de la mala publicidad. Porque entre menos entendamos de cómo el sistema que ellos hicieron nos hace daño, menos nos quejamos. Porque es más fácil hablar de otra cosa para no incomodar. Y toda esa mala publicidad que ha logrado la desinformación y el desinterés, desemboca en un bucle evitativo que dice: ‘no hablemos de feminismos porque es incómodo’. Por eso todavía hay mujeres que hacen mucho por este camino y aun así tienen miedo de nombrarse feministas, porque no quieren que las miren diferente o porque tienen miedo que las consideren ‘menos femeninas’. Cuando algo nos incomoda puede ser dos cosas: 1. Por miedo de no saber, nos preocupa no conocer algo lo suficiente o 2. Nos sentimos amenazados de alguna forma.

El feminismo incomoda a quienes no lo conocen y a quienes se benefician del sistema patriarcal.  No es mala palabra, el feminismo no ha dejado muertas, el patriarcado sí. Se va a caer.

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Guayaquileña, comunicadora social y política, feminista, activista y defensora de los derechos de las mujeres. Parte de la colectiva Aborto Libre Guayaquil.

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