El costo de la vida política de las mujeres

El costo de la vida política de las mujeres

Juzz Pincay Pazmiño

 

Sátira. Así llamo un medio de comunicación digital a la imagen que difundió hace ya 11 meses sobre María Alejandra Vicuña donde la caricaturizaba como Miss Piggy. Sátira. Este solo uno de los nombres en los que ciertos medios, políticos y electores esconden la violencia de género.

Las mujeres debemos esforzarnos el doble para recibir la mitad de nuestros derechos, en cualquier ámbito de nuestras vidas, y la política y el activismo no son la excepción. La violencia política hacia las mujeres en nuestro país es el pan de cada día. Pan del que no se habla, o se habla poco. Este pan que en época de elecciones es la carta blanca del machista político promedio.

Las mujeres involucradas en política y activismo social, sufren muchos tipos de violencia: psicológica, física y sexual y dentro de cada una de ellas encontramos un montón de subtipos como discriminación, campañas de desprestigio, acoso, violencia económica, etc.

¿La consecuencia básica? Falta de participación en los procesos políticos, ¿el resultado de esto? Falta de representación en los espacios políticos, por ende, derechos vulnerados para todas. Y entonces la frase ‘’si es con una es con todas’’ nunca ha tenido más sentido.

El camino en la vida política para las mujeres tiene piedras de principio a fin. Según el estudio de violencia política contra la mujeres en el Ecuador, realizado por Fundación ESQUEL, el 58% de los perpetradores de este tipo de violencia son los mismos actores políticos, entiéndase, dirigentes de partidos, candidatos y personal de campañas electorales.  Entonces, primero la lucha ‘a lo interno’ con la violencia patriarcal de un equipo que se supone debe apoyarte como es el partido político al que perteneces, segundo, enfrentarte a otro grupo de perpetradores de daño político que representan un 32% que son los actores sociales, conformados en su mayoría por los votantes y medios de comunicación; el 10% restante pertenece a los actores estatales que concentran el poder y también son parte de esta violencia estructural.

Con todo esto en el camino a una carrera política,  que un hombre repita  ‘que no hay mujeres dispuestas a participar en procesos políticos’ no solo es indolente, también es hipócrita.

Al inicio de este texto, les comentaba sobre lo que sucedió con la ex vicepresidenta que si bien no se encontraba en funciones es una figura pública y política. Una mujer comparada con una caricatura por un medio de comunicación, reforzando estereotipos y violentando su dignidad. Fue totalmente irresponsable pero nadie hizo nada. No se pidieron disculpas y se blindaron con la palabra ‘sátira’.  Podemos recordar un montón de casos parecidos y no solo de medios de comunicación si no de los usuarios de redes sociales, los comentarios sobre el aspecto físico de asambleístas y prefectas, difusión de fotos e información sobre su vida privada-muchas veces difundidas desde las mismas autoridades-, tweets acerca de la orientación sexual, y campañas enteras de desprestigio hacia las autoridades mujeres o candidatas y su equipo. Este tipo de violencia representa el 54%. Sí, el 54% ¿Pero es que cómo no vamos a estar incentivadas para la participación política? Rarísimo ¿no?

No, no es raro. Hay números. Son terribles y la gente no se alarma. La violencia de género en el ámbito político, ha sido históricamente invisibilizada y por ende, arraigada.

Ponerlo sobre la mesa ha sido un primer paso, y las feministas y defensores de los derechos de las mujeres sabemos que cada paso es digno de celebrar. Así que uno de los pocos logros que ha tenido el actual Consejo Nacional Electoral, ha sido el enfoque de género en la reforma al Código de la Democracia y el estudio de violencia política hacia las mujeres, pues hace años no teníamos números concretos acerca de este tema.

Lastimosamente, ni el CNE, ni el TCE, ni absolutamente nadie tiene competencia para monitorear, ni controlar las campañas de odio que se puedan generar en redes sociales. Twitter y Facebook, son los escenarios donde los trolls tiran dardos a las mujeres políticas y activistas, así que exactamente como en los otros tipos de violencias a mujeres, el problema es el sistema patriarcal. Si bien el código de la democracia y las demás instancias legales nos ayudan a formar un cerco y a darnos una especie de protección, el trabajo sigue siendo del estado, los medios y la sociedad. Todas y todos. ¿Cómo empezamos? Haciendo respetar todos estos acuerdos legales, creando protocolos seguros de denuncias, haciéndonos espacios en medios de comunicación para hablar del tema, y como en el resto de casos, sanciones y exposición al machista (sea este votante, autoridad o medio de comunicación)

Alto. El costo de la vida política de las mujeres en nuestro país es alto. Y no basta un artículo para reconocer y detallar la violencia que las mujeres involucradas en política y activismo social vivimos a diario.

Nuestra vida privada es vulnerada, el acoso en redes sociales se dispara, y aun así continuamos en la pelea porque estamos siendo transgresoras para el patriarcado. Como dice Catalina Ruiz de Navarro: ‘somos mujeres hablando en público de lo público, y al mismo tiempo estamos inspirando a otras mujeres a hacer lo mismo’. Y eso al machista político ecuatoriano le da terror. Se va a caer.

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Guayaquileña, comunicadora social y política, feminista, activista y defensora de los derechos de las mujeres. Parte de la colectiva Aborto Libre Guayaquil.

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