La reunificación del Partido Socialista Ecuatoriano y los desafíos de la Izquierda

La reunificación del Partido Socialista Ecuatoriano y los desafíos de la Izquierda

Manuel Salgado Tamayo

La violencia en Twitter con el que Rafael Correa Delgado se hizo eco de la noticia de que el Congreso Nacional del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), realizado en Quito, el sábado 3 de agosto, había elegido, por abrumadora mayoría, al historiador Enrique Ayala Mora como su máximo dirigente, admite muchas lecturas: la primera demuestra la importancia que concede el caudillo al apoyo del Partido Socialista, porque su trayectoria histórica le permite vender a nivel internacional la impostura de la llamada “Revolución Ciudadana”. Una segunda lectura, nos lleva a entender su trino como la expresión de la lealtad mafiosa hacía la asambleísta que presidió la llamada “Comisión de archivo”y/o al Subsecretario que firmó el reglamento que hizo posible la “narcovalija”.

A través de Twitter, Correa pretende descalificar a Enrique Ayala Mora, acudiendo a su conocido arsenal de vulgaridades, que derramó desde las sabatinas, en sus delirios de grandeza; pero que terminó dejando en la retina de los ecuatorianos la imagen del resentido social que se encaramó en el poder para vengarse de sus viejas frustraciones y robar a diestra y siniestra.

La personalidad de Enrique Ayala Mora es conocida en el País por su condición de historiador, periodista, profesor principal y rector fundador de la Universidad Andina “Simón Bolívar”, evaluada como una de las mejores universidades de cuarto nivel de América Latina. A esto se suma, el mérito de su militancia socialista, iniciada en su juventud, habiendo sido electo legislador por las provincias de Imbabura y Pichincha, Diputado Constituyente y Vicepresidente del Congreso Nacional.

El juego de espejos del socialismo del siglo XXI

Rafael Correa, según sus críticos, no ha leído la mitad de los libros que ha escrito Enrique Ayala y en su hoja de vida, a estas alturas de la historia, acumula más órdenes de prisión que doctorados honoris causa. Él mismo dejó en claro, en sus soliloquios sabatinos, que no es marxista, pues considera que la teoría de la lucha de clases y el materialismo dialéctico están superados. Tampoco adhiere a la teología de la liberación, como lo dijo expresamente en la ciudad de Cuenca; y, durante la visita al Ecuador de la Secretaria de Estado Hillary Clinton, aclaró que no es anti nada, ni anticapitalista ni antiimperialista, más aún en un estudio semiótico realizado por la socióloga María Paula Granda se demuestra que Correa tiene un discurso sexista y racista.

Al analizar la ideología del Caudillo, Felipe Burbano de Lara, establece que Correa “combina ideologías contradictorias, opuestas, como el nacionalismo, la socialdemocracia, el conservadorismo, a ratos del liberalismo radical y el socialismo del siglo XXI”.

Advirtiendo que la clave del éxito es su constante ambigüedad, el salto de una posición a otra. Ese recurso populista: “le permite llegar a grupos con posiciones ideológicas muy diversas: mostrarse paternalista y protector hacia los pobres, duro con los empresarios, intransigente y autoritario con los medios de comunicación, próximo a grupos ultraconservadores como el Opus Dei en temas como la familia, el aborto, los derechos reproductivos de las mujeres; cercano a Irán cuando se trata de mostrar posturas antiimperialistas, reaccionario frente a los ciudadanos independientes y los movimientos sociales.” En este juego de espejos mantuvo atrapados a miembros de la odiada partidocracia como Alexis Mera, del Partido Social Cristiano; Ricardo Patiño, Carlos Vallejo y NathalyCeli de la Democracia Popular; Jorge Marún del PRE; Raúl Vallejo y Antonio Gagliardo de la Izquierda Democrática; los hermanos Alvarado, publicistas de los Isaías y Abdalá; los poetas María Fernanda Espinosa y Javier Ponce, éste último de la odiada “prensa corrupta”, mezclados con figuras provenientes de sectores progresistas como Doris Soliz del MPD y Virgilio Hernández del Pachakutik, entre otros miembros de una revolución sin revolucionarios que se dedicó a cooptar, dividir, perseguir y criminalizar a los dirigentes y militantes de las organizaciones populares que se atrevieron al ejercicio de la crítica de un gobierno cada vez más autoritario, ineficiente y corrupto.

Foto: El Universo

En esa amalgama de fuerzas sociales y políticas, el único factor de cohesión era la obediencia y  lealtad al líder y “al proyecto”, cuyo contenido nadie sabía, pues el diseño constitucional del Estado Plurinacional de derechos y justicia y el paradigma del Buen Vivir fueron los primeros documentos archivados y los planes nacionales de desarrollo eran textos que daban rienda suelta a los sueños ilusos de los muchachos sin experiencia de la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES), mientras las políticas económicas y sociales reales las pautaba y ejecutaba el Caudillo, de acuerdo a los intereses en juego de la clase dominante y los pedidos de las redes clientelares necesarias para ganar las elecciones.

Quiso la posición de los astros que los ocho de los diez años de la década correísta coincidieran con el “largo ciclo de las materias primas” y con el boom financiero, considerado como el más largo de la historia reciente.

Esto hizo posible que el primer economista presidente de nuestra historia tuviera ingresos sin precedentes y diera pábulo a una política agresiva de gasto corriente, que incrementó la nómina burocrática y llenó de privilegios a sus allegados más íntimos, pero olvidó que Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx habían demostrado que sólo el trabajo crea nueva riqueza. No hubo políticas de desarrollo rural porque el caudillo no cree en las virtudes de la pequeña y mediana propiedad agraria y, del cambio de la matriz productiva se acordó ocho años después. Para colmo, tampoco se cumplieron ninguno de los objetivos que hacían parte del cambio de la matriz energética, por ello, cuando en el segundo semestre del 2014 se derrumbaron los precios del petróleo y otras materias primas, empezó el agresivo e irresponsable proceso de endeudamiento que sumió al país en la profunda crisis que explica las alarmantes tasas de desempleo, subempleo y violencia que hoy soporta el Ecuador.

Fuente: BBC

Para completar el cuadro de desgracias, el Caudillo y su círculo íntimo, como es común de los gobiernos autoritarios, emprendieron en actos de corrupción de gran magnitud que fueron multiplicados en un clima de permisibilidad, complicidad e impunidad luego de que el llamado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) permitió que Correa concentrara en sus manos todos los poderes del Estado.

Los gobiernos progresistas

El correísmo no fue un proceso aislado: desde diciembre de 1998, cuando triunfó el Coronel Hugo Chávez en Venezuela, se produjo en varios países latinoamericanos un vuelco en la conducción política de los Estados que puso freno a la aplicación del recetario neoliberal. Aunque la extrema derecha criolla y el Imperio Americano ven en esos procesos como denominador común el socialismo y la izquierda, es imposible negar que entre las fuerzas conductoras de esos procesos hay “diferencias programáticas, estratégicas, tácticas, organizativas, históricas y sociológicas”. No todos los gobiernos progresistas se perciben como de izquierda, porque tal definición implicaría que intentan racionalmente y de manera esencial optar por una ética de la emancipación humana. En cuanto a su carácter socialista sólo los gobiernos del llamado “eje radical” hicieron mención al “socialismo del siglo XXI”, entre ellos Venezuela, Ecuador y Bolivia.

En realidad, en varias reuniones de altos dirigentes políticos latinoamericanos que se oponían al denominado “Consenso de Washington” existió la constatación de que: “el socialismo no era la alternativa a corto ni mediano plazo – y quizá a ninguno”. Por tanto, el grupo más influyente, por ejemplo del Partido de los Trabajadores de Brasil, descartó el marxismo como opción ideológica y de gobierno.

Al finalizar su segundo período presidencial, Luis Ignacio Da Silva (Lula) afirmó: “Nunca fui marxista. Nunca. ¡De ese mal no sufrí!” En ese grupo, que se define como social – liberal, están Marco Aurelio García, José Dirceu, Tarso Genro, el sindicalista Vicentinho y el propio Lula.

Para moderar el “izquierdismo” que se había generado durante la larga lucha contra la dictadura, la izquierda tenía que correrse al nuevo centro, tal como lo había promovido desde la academia Norberto Bobbio, para impulsar una economía descentralizada de mercado y un Estado fuerte y enriquecido. La clave discursiva anti-neoliberal era reclamar más Estado, como el poder necesario para implementar reformas que favorezcan al trabajo más que al capital, pero sin tocar las relaciones capitalistas de producción, El “señuelo” electoral es aprovechar la bonanza económica para establecer o incrementar los bonos o transferencias monetarias directas, diseñadas por el Banco Mundial; pero fortaleciendo, de modo simultáneo, la consolidación del capital nacional y transnacional.

Fuente: RTVE

El estrepitoso fracaso del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, la traición a los principios fundacionales del sandinismo perpetrada por Daniel Ortega en Nicaragua y la gigantesca ola de corrupción en el Ecuador, han sido aprovechados por la derecha política para desprestigiar la causa de la izquierda y el socialismo, olvidando los procesos exitosos que se viven en Chile y Uruguay bajo la conducción de fuerzas políticas genuinamente de izquierda y socialistas.

Hay que decir, en honor a la verdad histórica, que Correa tuvo la habilidad necesaria para montarse sobre la ola de indignación y resistencia contra el neoliberalismo, forjada en cinco lustros de lucha por los movimientos sociales y la izquierda, lo que se expresó en el discurso de primera hora que recogió buena parte de las demandas de los sectores populares al prometer “un combate frontal a la corrupción, una revolución económica y productiva, una revolución educativa y de salud y una revolución por la dignidad, la soberanía y la integración latinoamericana”.

El abandono de los aspectos positivos del diseño constitucional y del discurso de primera hora fue muy evidente desde el 2010, al extremo de que algunos investigadores ubican como punto de quiebre la insubordinación policial del 30 de septiembre. A partir de entonces, se inicia la restauración conservadora que destroza el Estado constitucional de derechos y justicia y da paso a una ola de corrupción considerada como la mayor de la historia republicana. Una buena parte de los sectores progresistas y de izquierda, que habían adherido a los acuerdos y propuestas iniciales, abandonan las filas del correísmo y pasan a la tarea de construir una oposición de izquierda junto al movimiento indígena, los ecologistas y el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), entre ellos la militancia socialista revolucionaria.

División y unidad en el Partido Socialista

La estructura legal del Partido Socialista, apoderada de su Dirección desde el Congreso de Portoviejo en el 2010, llevó a sus dirigentes a expulsar de sus filas, sin el debido proceso, a los dirigentes del socialismo revolucionario, entre ellos Gustavo Vallejo, Enrique Ayala y al autor de éstas notas. Pero una vez concluida la administración de Rafael Correa, el 28 de julio de 2018, se realizó en Cuenca un Congreso Nacional cuyas resoluciones fueron impugnadas por tres tendencias diferentes. Se nombró entonces una Comisión Nacional de 4 miembros que tenía la tarea de reorganizar las directivas provinciales e impulsar la realización de un Congreso que promueva la unidad y la renovación del socialismo ecuatoriano.

La Comisión Nacional pudo reorganizar el Partido en 18 provincias y promover el acercamiento de las organizaciones sociales que se habían alejado del Partido oficial para no ser cómplices del correísmo.

Ese Congreso que, por unanimidad, adoptó el nombre de Manuel Agustín Aguirre, se realizó el sábado 3 de agosto de 2019, en el Auditorio del Consejo Nacional Electoral en Quito. En el debate del proyecto de reforma de los Estatutos y la Línea Política se advirtió que los sectores vinculados al correísmo actuaban en forma vergonzante y sin argumentos ante la posición mayoritaria de quienes condenaron el oportunismo y la complicidad con los hechos de corrupción perpetrados durante el correísmo que habían causado un enorme daño a la tradición ética del Partido Socialista. En la sesión plenaria final, por abrumadora mayoría, fue elegido Enrique Ayala Mora como Presidente Nacional. En sus primeras declaraciones, Ayala se comprometió a recobrar la tradición de lucha y unidad del socialismo y también a romper con el pasado correísta impulsando la lucha frontal contra la corrupción y oponiéndose a las políticas neoliberales del actual gobierno.

Los desafíos del dirigente Enrique Ayala Mora

Archivo

Al nuevo dirigente socialista le quedan por delante enormes desafíos. El mayor es devolver al Partido Socialista la credibilidad perdida por la conducta irresponsable de un puñado de dirigentes que se dejaron secuestrar por el correísmo.

Ayala ha señalado que se iniciarán procesos disciplinarios, respetando el debido proceso, contra los dirigentes que violentaron la tradición ética del socialismo ecuatoriano.

El socialismo ecuatoriano siempre fue una organización autónoma, que jamás adhirió a los dictados de ninguna metrópoli, sin dejar por ello de ser profundamente latinoamericanista; por otro lado, el fracaso del sistema capitalista, en sus variantes de capitalismo de Estado o capitalismo de mercado, para preservar la vida del planeta Tierra, hacer cumplir los derechos humanos, entre ellos, el derecho al trabajo, la educación, la salud y una vivienda dignas, demuestran que hay solamente un camino para superar esos graves males: el establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que sea orientado hacia las grandes metas sociales, impulsando la construcción de una sociedad democrática que evite la concentración del poder político y los peligros de la planificación burocrática de un Estado obeso, ajeno por completo al pensamiento de los fundadores del socialismo científico.

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Profesor Emérito de la Universidad Central del Ecuador. Ex legislador. Literato. Mgs. en Relaciones Económicas Internacionales mención Comercio e Integración por la Universidad Andina Simón Bolivar. Phd en estudio latinoamericanos en UASB

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