Manuel Salgado Tamayo
En Venezuela, el Coronel Hugo Chávez Frías inició la derrota electoral del neoliberalismo en América Latina, en circunstancias mundiales muy adversas. El campo socialista había “implosionado” en la URSS y Europa Oriental. El Estado del Bienestar entró en crisis en Europa y los Estados Unidos de América. China había iniciado sus cuatro modernizaciones que le permiten una transición pacífica del socialismo de Estado al “socialismo de mercado”, según la retórica oficial. La guerra de guerrillas en Centroamérica no puedo llegar al día de la victoria y la Revolución Popular Sandinista fue bloqueada por la “guerra sucia” que desató Estados Unidos en su contra y fue derrotada electoralmente en marzo de 1990. En esas condiciones Chávez, que había intentado un golpe de Estado el 4 de febrero de 1992, “dejando una huella indeleble en la mayoría de los venezolanos”, gana las elecciones en diciembre de 1998.
El triunfo de Chávez da inicio al viraje del mapa político latinoamericano. Por la vía electoral acceden al poder los gobiernos “progresistas”. Luis Ignacio Da Silva, Lula y Dilma Rousseff en Brasil,el MAS en Bolivia liderada por Evo Morales, el triunfo de Rafael Correa en el Ecuador, Néstor Kirchmer y Cristina Fernández en Argentina, Tabaré Vásquez y José Mujica en Uruguay, Fernando Lugo en Paraguay, Daniel Ortega en Nicaragua, Mauricio Funes en El Salvador, Michelle Bachelet en Chile.
El 29 de octubre del 2001, el Presidente Hugo Chávez comparece ante la televisión y deplora el bombardeo de los Estados Unidos contra Afganistán, ordenado por George Bush como parte de la “guerra interminable contra el terrorismo”. La declaración dio por terminada la época de las relaciones cordiales entre Estados Unidos y Venezuela y se ubica como el punto de partida de una guerra Imperial, no declarada, que se mantiene hasta la actualidad. Chávez impulsa un proceso Constituyente que elabora la Carta Política en la que Venezuela se autodefine como “la República Bolivariana”.
La victoria de Chávez y su personalidad política tuvieron un enorme impacto en un subcontinente agobiado por los efectos erosivos del neoliberalismo y por el prestigio histórico de Venezuela que, en el siglo XIX, creó un movimiento revolucionario, que se extendió luego por medio continente, y que decidió romper las cadenas del imperio español, en un largo proceso encabezado primero por el caraqueño Francisco de Miranda, que había combatido antes por la independencia de los Estados Unidos de América junto a George Washington y Thomas Jefferson, y que luego sería culminado por Bolívar, traspasando fronteras con su ejército de desarrapados, a pié, a caballo, en mula, para llevar la bandera de la libertad desde Venezuela a Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.
Chávez era un Coronel que mostraba en su apariencia física, que tiene un poco de negro, un poco de blanco y un poco de indio, dotado de un talento excepcional, que buscaba dar permanencia y actualidad al pensamiento y la acción del visionario de la Patria Grande para resolver el gran problema de desigualdad y pobreza impuesta por la oligarquía a la mayoría de su pueblo. Pero los retos sociales que tenía el gobierno de Chávez por delante eran enormes. En el país más rico en recursos naturales de América Latina, en enero del 2003, el 80 % de la población vivía en la pobreza ¿Cómo explicar esa paradoja? Arturo Uslar Pietri sostiene que en la segunda mitad del siglo XX, Venezuela evaporó sus recursos financieros equivalentes a 15 planes Marshall. Fidel Castro sostuvo que, según un cálculo realizado por un grupo de los más experimentados expertos financieros, en los últimos 43 años, hasta el 2003, en que Chávez impone el control de cambios, se habían fugado de Venezuela unos 330 mil millones de dólares, que podrían haberle llevado a Venezuela a los niveles de industrialización y educación que tiene Suecia. ¿Quiénes se beneficiaron de esa riqueza? Sin duda las élites que se agruparon históricamente en torno a las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez y el bipartidismo del COPEI y la ID, es decir, la democracia cristiana y la socialdemocracia.
La Revolución Bolivariana.
A modo de respuesta a esa injusticia histórica, Chávez impulsó una política de redistribución del excedente petrolero y de eliminación del latifundio, que precipitaron el golpe de Estado de Abril del 2002, y que sacó del gobierno a Chávez por 47 horas. De igual forma, en ese mismo año, el 2 de diciembre, se produjo un paro patronal petrolero, al que adhirió la casi totalidad de los sectores empresariales, y que se prolongó durante 64 días, acompañado de un plan de sabotaje a los barcos, los puertos, los sistemas de distribución de combustible, las refinerías, tratando de reducir a cero la producción diaria de petróleo que era de unos tres millones de barriles, lo que causó un efecto devastador en la economía venezolana. Como consecuencia de las acciones de la oposición, durante el año 2002 el PIB cayó más del 20 % y el desempleo aumentó a casi el 25 %. Por consiguiente, aumentaron el hambre, la mendicidad, la inseguridad y la violencia ciudadana. A pesar de que se duplicaron desde 1999, los recursos asignados a la educación y la salud, hubo retrocesos o estancamientos en ambos sectores.
Sin embargo, la derrota del golpe de Estado y el paro patronal petrolero le permiten a Chávez radicalizar la llamada Revolución Bolivariana, crear el Partido Socialista Unificado de Venezuela, como un esfuerzo de unidad de las fuerzas sociales y políticas de izquierda, e implementar las llamadas “Misiones”, que son programas sociales que buscan mejorar de modo significativo las condiciones de vida del pueblo venezolano. Para enfrentar la pobreza rural y mejorar la producción nacional de alimentos se emprende un proceso de entrega de la tierra a varios cientos de miles de pequeños y medianos productores, impulsando el modelo cooperativista que está diseñado en la Constitución. Se ha incrementado el presupuesto para la educación integral, han aumentado los porcentajes de matrícula en todos los niveles del sistema educativo. Se ha reducido la desnutrición y mortalidad infantil. Se han emprendido en un amplio programa de salud pública con la presencia de miles de médicos cubanos.
Las élites derrotadas en el golpe de Estado y el Paro patronal y los sectores sociales que adhieren a ellas inician entonces una larga guerra de desgaste que incluye la fuga de capitales, el boicot a los sistemas de abastecimiento que se mantienen en manos privadas y la guerra ideológica y política del imperialismo y sus aliados. A los factores mencionados se suma el impacto del fin del largo ciclo de las materias primas que determina la caída del precio del petróleo, y los impactos internos del burocratismo, la corrupción y serias deficiencias en la capacidad de conducción del Gobierno y el Estado, que se evidencian después de la muerte del Presidente Hugo Chávez Frías, cuya ausencia ha debilitado la fuerza electoral del Partido Socialista y sus aliados y multiplicado las posibilidades de que el Estado rentista clientelar colapse, presionado por la profunda crisis económica, considerada como la más profunda de su historia, cuyas expresiones más graves son la inflación (la más alta del mundo, que alcanzó el 4.520 % para el 2017)
Hoy Venezuela tiene un déficit fiscal de dos dígitos (por sexto año consecutivo), las reservas internacionales más bajas de los últimos 20 años (menos de 9.300 millones de dólares), el desabastecimiento de productos básicos en el mercado (sobre todo alimentos y medicinas), el valor del dólar paralelo (que sirve para fijar casi todos los precios de la economía) se ha incrementado en 2.500 % en el 2017.
Esa suma de factores han determinado que en los últimos años, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, unos 2.3 millones de venezolanos han abandonado el país con destino a Colombia, Ecuador, Perú y Brasil. En éstas circunstancias, Venezuela se ha convertido en el mejor argumento utilizado por los sectores de la derecha más retrógrada para demostrar el fracaso de la revolución y el socialismo, aunque como veremos más adelante las políticas económicas impulsadas por Chávez y Maduro no tienen relación con el socialismo y ni siquiera con un modelo desarrollista. Por otro lado, los intelectuales que apoyaron a los gobiernos progresistas, no entienden el origen de la crisis venezolana y siguen defendiendo, en forma ciega e irresponsable, un proceso que ha fracasado.
El Estado mágico.
Un libro fundamental para entender la profundidad de la crisis en Venezuela, según Edgardo Lander, es “El Estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela”, de Fernando Coronil, editado por Nueva Sociedad en el 2002 y reeditado por Editorial Alfa, en Caracas, en el 2013.
Coronil apoyándose en la sugerente imagen creada por José Ignacio Cabrujas sobre el Estado en Venezuela, sostiene que:
“La aparición del petróleo crea una especie de cosmogonía: la riqueza petrolera tuvo la fuerza de un mito, gracias al petróleo era posible pasar rápidamente del retraso a un desarrollo espectacular”.
La construcción de ese Estado mágico, según Coronil, pasa por tres momentos de significativos incrementos del ingreso petrolero:
- La dictadura de Juan Vicente Gómez (1908 – 1935). Momento en el que Venezuela se convierte en el segundo exportador mundial de petróleo y en el primer exportador desde 1928.
- La dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952 – 1958). Pérez Jiménez entendió la modernidad como “una colección de grandes logros materiales”. Gracias a los ingresos petroleros hizo inversiones en infraestructura, industrias, petroquímicas y siderúrgicas y servicios.
- El primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974 – 1979). La multiplicación del precio del petróleo por cuatro puso las bases del discurso de la Gran Venezuela. En el imaginario popular se desarrolló la Venezuela saudita, tierra de abundancia sin límites.
Entre los años 2010 y 2012 el petróleo significó entre el 95 % y el 96 % del valor total de las exportaciones. En el mismo periodo la participación de la industria en el PIB bajó del 17.4 % al 14.5 %. En las elecciones del 2012 se selló nuevamente el destino petrolero de la nación al ganar Chávez con la propuesta de duplicar la producción para llevarla de tres a seis millones de barriles diarios.
La evolución del PIB demuestra que el comportamiento de la economía venezolana durante las administraciones de Chávez y Maduro depende del precio del petróleo en el mercado mundial. Se mantiene y prolonga el petro-Estado rentista que se había configurado desde 1930. En 1998–1999 el PIB exhibe una fuerte caída atribuida al bajo precio del petróleo. Ya hemos mencionado lo ocurrido en torno al golpe de Estado del 11 de abril del 2002 y el paro petrolero empresarial. En el 2005–2008 la economía crece impulsada por los altos precios del petróleo. A fines de ese año y durante el 2009 la Revolución Bolivariana sufre los embates de la crisis del capitalismo central. En el 2011–2013 vuelve a crecer la economía pues suben los precios del petróleo que pasan de 35 dólares el barril (2009) a 120 dólares.
Las políticas económicas que desataron la crisis.
El fin del largo ciclo de las materias primas, entre ellos un considerable descenso del precio del petróleo desde el 2014, determina una contracción de las importaciones y la caída de la oferta de bienes y servicios. Durante la fase de ascenso del Estado rentista, lo importado resultó extremadamente barato y se desincentivó cualquier esfuerzo productivo industrial o agrícola. Esta política nada tiene que ver con el “socialismo” ni tampoco con el desarrollo de fuerzas productivas pregonado por Karl Marx. La carestía de bienes básicos también fue consecuencia de una vigorosa exportación de capitales que restó capacidad de inversión productiva, gracias a una enorme sobrevaluación de la moneda. Esta política monetaria no es más que una inconcebible transferencia de renta petrolera desde el Estado “socialista” hacia los importadores, quienes reciben muchos más dólares de los que deberían absorber por los bolívares que desembolsan. Eso significa que cada vez que el gobierno vendía 10 dólares les estaba regalando (al menos) 9.5 dólares. Esta lucrativa transferencia de renta al sector privado es el negocio más oneroso y lesivo a la nación que se pueda imaginar.
Las importaciones que en el año 2003 apenas llegaban a los 14.000 millones de dólares (valor CIF), alcanzaron en el 2012 los 80.000 millones de dólares. El aumento de las importaciones de 457 % refleja un crecimiento irracional y sin ninguna perspectiva de ahorro.
El fracaso del petro-Estado rentista.
Fernando Coronil considera que detrás del fracaso del Petro-Estado rentista venezolano hay un problema teórico de gran magnitud y es que los dos meta discursos de la modernidad, el capitalismo y el socialismo, olvidaron el papel que cumple la naturaleza en el proceso de creación de la riqueza. La sociedad moderna tiende a no entender la diferencia fundamental que existe entre los Estados de los países capitalistas metropolitanos, que se financian fundamentalmente mediante la retención de parte del valor creado por el trabajo sometido a las relaciones capitalistas (impuestos); mientras, en los Estados capitalistas periféricos exportadores de naturaleza, el Estado tiene como fuente de ingreso principal la renta del suelo. Los precios de las materias primas los determina el marcado mundial en un proceso cíclico que no controlan los grupos de poder local.
El venezolano Manuel Sutherland concluye que: “Sobre la base de la misma relación con la naturaleza y sobre el mismo modelo de petro-Estado rentista, no es posible producir transformaciones significativas en la sociedad.” Admite que se puede crear un capitalismo de Estado que distribuya mejor la renta, promoviendo mayores niveles de equidad, “pero no se puede generar la capacidad político organizativa y productiva del conjunto de la sociedad requerida para su transformación”. Peor aún se seguirá devastando la naturaleza. Nótese que el análisis sobre el origen del fracaso de la “Revolución Bolivariana” en Venezuela se parece a lo ocurrido también en el Ecuador con un Estado obeso dependiente de la renta petrolera y carente de políticas productivas.
En resumen, aunque el gobierno bolivariano incrementó el gasto público, nacionalizó empresas y desarrolló políticas de transferencias directas a los más pobres, la centralidad de su política económica estaba orientada a favorecer al capital importador-financiero y a una casta militar–burocrática hipercorrupta. Esto mientras el agro y la industria se desmoronaban. Los elementos anotados permiten entender el conjunto de factores que determinan el colapso del petro-Estado rentista, o mágico, como lo llama Coronil, y la configuración de un Estado fallido que no puede atender las necesidades más básicas de su pueblo.
Profesor Emérito de la Universidad Central del Ecuador. Ex legislador. Literato. Mgs. en Relaciones Económicas Internacionales mención Comercio e Integración por la Universidad Andina Simón Bolivar. Phd en estudio latinoamericanos en UASB
EXCELENTE artículo, el primero que me permite tener una panorámica del problema VENEZOLANO.