Diana Maldonado
Hablar de aborto en nuestra sociedad siempre será un tema polémico, por decirlo de alguna manera. No habemos personas a favor del aborto, habemos personas a favor de la libre elección y decisión de la mujer de interrumpir su embarazo si así lo desea y más aún si este es resultado de violencia sexual.
Cuando hablamos de aborto por violación muchas personas se muestran a favor porque coinciden que llevar un embarazo no deseado, ni buscado y que es resultado de una de las formas más extremas y crueles de violencia basada en género, significa tortura para esa mujer o para esa persona con capacidad de gestar.
El aborto por violación ya es legal en Ecuador y eso no está en debate. Ponerle plazos a un procedimiento que no es sólo una medida de reparación para la persona sobreviviente sino también un tema ligado a su salud integral es por demás ilógico, teniendo en cuenta que el aborto en el país no ha tenido plazos, establecerlos ahora sería un retroceso en derechos prohibido constitucionalmente.
Leemos en redes sociales publicaciones de personas que no aprueban la interrupción del embarazo por ningún motivo, en los que afirman que el embarazo es hermoso porque así fue el de ellas. Pues… qué bueno que así fue, pero esa no es la realidad de miles de niñas, adolescentes, mujeres y personas con capacidad para gestar en el país. No podemos evitar pensar en todas estas personas y no podemos dejarlas sin amparo alguno.
Debemos ver más allá de nuestro metro cuadrado, de nuestra casa, de nuestro trabajo, de nuestro entorno en general. No todos los embarazos ocurren por tener una hermosa experiencia sexual o por haberlo deseado. Hay embarazos como producto de violencia sexual. Esa violencia que la mayoría de ocasiones inicia cuando la sobreviviente es aún una niña y la ejerce su padre, hermano, tío, abuelo, vecino, amigo de la familia, etc. No necesitó estar en la calle o en un lugar público, estuvo en su casa en el lugar que se supone es su “lugar seguro”.
Esta es una realidad, hay otras. Otras que son más invisibles. Las que vivimos las personas de la diversidad sexual, específicamente lesbianas, bisexuales y hombres trans. Porque el aborto por violación no es sólo un tema de mujeres heterosexuales.
LBT y el aborto
La sexualidad de las mujeres es un tema tabú, mayor que hablar de aborto. Se asume que todas somos heterosexuales, es decir, que sólo nos gustan los hombres y eso no es así. Existimos las mujeres a las que nos gustan otras mujeres y a las que nos gustan los hombres también.
Desde 1998, se denuncia el funcionamiento de centros de rehabilitación que en realidad son centros de deshomosexualización o, mejor dicho, centros de tortura para personas LGBTIQ+.
En estos centros se llevan a cabo las “violaciones correctivas” para que las mujeres “sepan lo que es ser mujer”, sientan lo “bueno de estar con un hombre” porque es inconcebible que sea lesbiana o bisexual y esto se aprende a punta de violencia sexual porque deben dañarnos y rompernos donde más nos duele, nos marcan de por vida para que nos quede de lección que la heterosexualidad es la única orientación sexual válida y permitida.
El 23 de agosto de 2021, el medio Wambra Ec, publicó un reportaje titulado Las violaciones a mujeres lesbianas siguen ocurriendo en Ecuador” en él se recogen dos testimonios de mujeres no heterosexuales sobrevivientes de violación. Ambas narran como hombres conocidos y de su entera confianza, sabiendo su orientación sexual, recurrieron a violentarlas para “corregirlas”, para que “dejen de ser lesbianas”, como si fuese algo que hay que remediar.
Desde las organizaciones que trabajamos a favor de los derechos humanos de la población LGBTIQ+ podemos hablar de muchos casos parecidos a los narrados. Sabemos de padres que violan a sus hijas porque sospechan o saben que son lesbianas y que hasta han pagado para que sean secuestradas y llevadas a centros de deshomosexualización donde lo primero que hacen es violarlas y no sólo una vez, sino las veces que sean necesarias hasta conseguir que le “gusten” los hombres, al fin y al cabo, es “terapia”. Sí, terapia, aquella a la que alguna vez abogó el presidente Lasso y su binomio al afirmar que las personas LGBTIQ+ la necesitamos para poder vivir en paz, porque a pesar de ya considerarse a la homosexualidad y la bisexualidad como orientaciones sexuales, así como lo es la heterosexualidad, nos siguen tratando como personas enfermas, quizá porque dentro de nuestra legislación pasamos de ser delincuentes a ser enfermos cuando se despenalizó la homosexualidad a finales de los noventas.
El aborto por violación
Como hemos podido apreciar el aborto por violación no es sólo un tema de mujeres heterosexuales. A las mujeres y a las personas con capacidad de gestar que salimos de la norma también nos violan y producto de esa violencia sexual tenemos embarazos no deseados.
A nosotres nos toca abortar con más estigmas, ya que las violaciones correctivas son un mito nos toca una suerte de triple clandestinidad: la del aborto, la del clóset y la de la violación.
Pocas lesbianas, por ejemplo, hablarán sobre su maternidad forzada o la forma en la que la “corrigieron” y este silencio aumenta si nos referimos a hombres trans y a cualquier persona con capacidad para gestar no cisgénero.
Nuestras violencias se dan en el marco de la disciplina, de la fe en alguna palabra que afirma que amar o gustarte alguien de tu mismo sexo es ganarse el infierno, de esa creencia de que el disfrute pleno de nuestra sexualidad, incluido el enamorarnos de alguien del mismo sexo es salirnos del plan natural que tenemos por ser mujeres, incluso desde antes de nacer. Ni se diga si osamos transgredir el género y “parecer hombres” en esta sociedad machista, sexista y patriarcal, aun siendo nuestra expresión de género una construcción propia, individual e inigualable.
¡Ah! Y no saquemos de la ecuación un aspecto muy importante, más importante que el ser de la diversidad sexual es el nacer mujer, por algo se llama violencia basada en género, una violencia que la vivimos por el sencillo hecho de serlo.
Las lesbianas, mujeres bisexuales, los hombres trans y otras personas con capacidad para gestar también abortamos y por eso somos conscientes que la lucha por la despenalización del aborto legal, seguro y gratuito es una lucha de todes.
Tecnóloga en Informática, especializada en Seguridad Informática, Ciberactivismo y Violencia de Género Digital, Mediadora, feminista y activista en DDHH enfocándose en población LGBTI y mujeres, es también asesora legal en temas de maltrato animal en el Despacho Legal de la Fundación Rescate Animal Ecuador.