Diana Maldonado
A Germán Cáceres lo protege el Estado porque saben que el asesinato de María Belén Bernal es un feminicidio, es decir, el aparataje estatal es su cómplice y encubridor, por lo tanto, saber dónde está se torna en todo un enigma. A pesar de haberle dado el presidente Lasso un ultimátum a la Policía para dar con su paradero para después recular y justificarlo con el argumento de que se dañarían las carreras de los policías comprometidos públicamente para esta labor. Entonces ¿dónde está Cáceres? Y ¿qué pasa con la vida de su madre, su familia y allegados a ella? ¿Esas vidas, acaso, no se dañaron, no se afectaronprofundamente? Al parecer esas tampoco importan. En un país en el que cada 40 horas una mujer es víctima de femicidio, la violencia basada en género está tan normalizada que los números se incrementan sin que alguien se inmute.
María Belén fue asesinada por su conviviente, un instructor de la Escuela de Policías, en el interior de un edificio estatal, donde más de 30 personas escucharon sus gritos pidiendo auxilio y nadie la ayudó, para luego, Cáceres, huir con gran facilidad. Pasaron días antes de descubrir su cuerpo en una ladera, la que ya había sido revisada sin encontrarlo. Raro. Más raro aún, las cobijas que la cubrían estaban limpias, a pesar de haber transcurrido varios días de su asesinato. La única persona que dijo haberla escuchado después cambió su versión para declarar que no oyó ni vio algo al respecto. Después de anunciar la demolición del edificio de la escuela, silencio total.
Según el Modelo de protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género (femicidio/feminicidio) elaborado por la ONU, en los términos prácticos el feminicidio se entiende como: “la muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad, por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por acción u omisión”.
Esta definición en bastante clara, además, debido a la negligencia del Estado, su falta de presupuesto y de políticas públicas para disminuir la violencia basada en género (VBG) se convierte en cómplice por omisión no sólo de esta muerte sino de otras más. La inseguridad que estamos viviendo es producto de lo expuesto, inclusive.
Han pasado más de 60 días y aún no capturan a Cáceres. Lo último que se supo es que atravesó el eje cafetero de Colombia para luego ir a Panamá y no saber más de él,pero ¿dónde está German Cáceres? Si me preguntan diría que está en esos progenitores que cada vez que su hijo llora le dicen que eso no es de hombres o, en los que repiten a modo de chiste que cada vez que una mujer les dice que “no” es realmente un “sí”, sólo que ella se hace “la apretada”, abonando a la cultura de la violación, de paso.
¿Dónde está Cáceres? Está en el momento en el que le colocas alguna droga a la chica que te gusta y que te dijo que no le interesas para que puedas violarla mientras alguno de tus amigos vigila que nadie interrumpa. Esta en ese hombre que cree que se te “quita” lo lesbiana a punta de violaciones correctivas en centros de heterosexualización.
Está en esos padres que, con su ejemplo, les enseñaron a sus hijos, en su propia madre, que cuando ellos se enojan, una mujer no tiene voz ni voto y lo demuestra golpeándola y humillándola, incluso en público; porque un hombre bien hombre no puede permitir que una mujer lo contradiga o no haga lo que él desea.
Germán está en ese docente que chantajea a su alumna para poder ponerle la nota y no dejarla de año. Lo podemos observar en ese sujeto que al ver pasar por la calle a una mujer que le atrae le grita “piropos” porque hay que reconocer la belleza femenina, los ojos se han hecho para ver.
Se lo encuentra en ese tío o abuelo que violó a la más pequeña del hogar, cuya familia lo oculta por vergüenza porque “la ropa sucia se lava en casa” dejando un delito sexual en la impunidad. Está en el que comparte videos íntimos de su expareja porque está resentido o enojado, en el que compra o consume pornografía de niñas, en el que le dice “puta” a toda aquella que no quiere tener sexo con él, está también en ese hombre que no pasa la pensión porque la madre de sus hijos se lo va a ir a gastar con el “amante”, en el que le envía invitaciones de amistad a niñas y adolescentes en alguna red social, está en ese hombre que casi nunca se enoja ni levanta la voz pero ejerce violencia psicológica porque es agresivo pasivo y, así, muchos ejemplos más de dónde está Germán Cáceres.
Al final, él, de alguna forma es todas las personas que conformamos esta sociedad machista y patriarcal, hecha por hombres para hombres. Si alguno de ellos es descubierto, los demás hacen espíritu de cuerpo para ayudarle porque es un “soldado caído”.
Por estas realidades es que se ha hecho durante años hincapié en la educación sexual desde la escuela, que no es igual a sexualizar a las niñas, niños y adolescentes, como los anti derechos siempre esgrimen. Es, entre otras cosas, enseñarles a conocer y reconocer su cuerpo para que puedan saber si son o han sido víctimas de acoso, abuso y/o violación sexual; para que comprendan los cambios que tendrán durante la pubertad, para que las niñas sepan correctamente lo qué es menstruar y no piensen que están “enfermas”, para que al hablar de orientaciones sexuales e identidades de género se lo haga con conocimiento dejando a un lado los prejuicios, las etiquetas y los peyorativos.
El femicidio es un asesinato que se puede evitar, la responsabilidad no es sólo del Estado, es también nuestra, nosotros reproducimos y normalizamos la violencia, es nuestro deber romper esa cadena, por nosotras, nosotros, por las niñas, niños y adolescentes, por todes.
Tecnóloga en Informática, especializada en Seguridad Informática, Ciberactivismo y Violencia de Género Digital, Mediadora, feminista y activista en DDHH enfocándose en población LGBTI y mujeres, es también asesora legal en temas de maltrato animal en el Despacho Legal de la Fundación Rescate Animal Ecuador.