Enrique Ayala Mora
Jonathan Carrillo, pastor evangélico que se promocionaba como “lleno del Espíritu Santo, capaz de tener visiones divinas e interpretar los designios de Dios y las escrituras bíblicas”, el 7 de julio de 2012, asesinó a Juliana Campoverde, joven de su congregación.
La madre de la víctima, Elizabeth Rodríguez, relató que su hija, muy devota, asistía al culto de la Iglesia “Oasis de Esperanza” junto a su familia. Ayudaba en la limpieza, repasaba en el coro, asistía a cursos para jóvenes. Igual que el resto de fieles, pagaba “diezmo”, ofrendas y primicias. Entre más dinero daban, más bendecidas serían.
El pastor usó su condición para manipular a Juliana y castigarla. Comenzó a abusar sexualmente de ella cuando era muy joven. Pero la relación llegó a un quiebre. El pastor se encontró con ella en la vivienda que ocupaba con su esposa y tuvieron una discusión. Jonathan la tomó de las manos y del cuello. La joven cayó y golpeó su cabeza en una grada, muriendo al instante. El pastor llevó el cuerpo a una bodega, lo metió en fundas de basura y lo abandonó en la quebrada de Bellavista. Fue enjuiciado y sentenciado siete años después.
El juicio se extendió por dilatorias de la familia Carrillo, especialmente su padre, el pastor mayor, quien maniobró para despistar a la familia de Juliana, a la policía y a los jueces, encubriendo al criminal. Contó con la colaboración del Cuerpo de Pastores de Quito, cuyo directivo, el pastor Galo Grandes, “no recordaba nada”. Hasta se intentó usar el “secreto de confesión”, solo reconocido para sacerdotes católicos.
Jonathan Carrillo “heredó” de su padre la condición de pastor de la Iglesia Oasis de Esperanza. El presidente del Cuerpo de Pastores de Quito, en el juicio, recordó que él y otro pastor ordenaron a Jonathan en 2010. No le exigieron ningún otro requisito, ni estudios previos, más que la solicitud del padre. No se tomaron el trabajo de examinar su personalidad. El perfil psicológico realizado por Fiscalía lo describió como una persona egocéntrica, dominante, con un comportamiento sexual inmaduro, incapaz de relacionarse y de sentir empatía por los demás. Tenía entre 200 y 300 fotografías de Juliana y pornografía. En su computadora se encontró 500 gigas con 150 vídeos pornográficos.
Un crimen atroz fue cometido por un “hombre de Dios”, que fue castigado, aunque tarde. La Iglesia Oasis de Esperanza terminó disuelta. Pero el problema de fondo subsiste. Si bien hay muchos pastores serios y correctos de diversas denominaciones, otros, especialmente no pocos de los que lideran sectas extremistas, viven una doble moral. Predican el fundamentalismo mientras roban a sus files o abusan sexualmente de ellos, con casos de violación y pedofilia, que casi no se han denunciado ni investigado. Se debe hacerlo.
Historiador, profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador.