A propósito de la pandemia del Covid-19, OpciónS dialogó con Iván Cevallos Miranda, cirujano, ex Director del Hospital Carlos Andrade Marín y ex Jefe del Servicio de Cirugía General del mismo Hospital; magíster en administración de salud con un diplomado en bioética clínica. A él le preguntamos sobre el origen del virus, la respuesta inicial de China, la reacción de la Organización Mundial de la Salud (OMS); y, finalmente, la gestión local y nacional de la crisis en nuestro país.
El mundo entero se ve afectado tras la aparición del coronavirus en Wuhan. ¿Se podía haber actuado con mayor celeridad?
Creo que un elemento muy importante que perjudicó la posibilidad de disminuir la rápida expansión de esta enfermedad, tiene un origen político. Al parecer, el control totalitario de la información por parte del gobierno Chino censuró e impidió que se informe a la comunidad acerca del riesgo en ciernes. Los primeros casos de una “neumonía de causa no identificada asociada a complicaciones respiratorias graves” se detectaron en la primera semana de diciembre. Incluso el médico que identificó la gravedad del problema fue amenazado por el Estado y debió retractarse; finalmente murió. A pesar de esto, recién al 30 de diciembre el gobierno chino reportó a la Organización Mundial de la Salud esta situación, cuando ya los casos empezaban a desbordar su sistema sanitario.
¿Ese posible silencio de China es un factor determinante en la rapidez y letalidad con la que se ha irradiado el virus en el mundo?
Estoy convencido de que fue una irracionalidad ideológica y una irresponsabilidad sanitaria. No es posible que en pleno siglo XXI predomine un concepto tan metafísico, tan especulativo, como el Estado, como un fin que se ubique por encima de la realidad, del ser humano.
Un Estado nunca supervivirá a la extinción de su sociedad, pero al revés sí: una sociedad puede seguir adelante tras extinguir un modelo estatal.
Por otra parte, desde el punto de vista sanitario, fue tremendamente irresponsable porque impidió que se tomen medidas oportunas no sólo para proteger a las personas dentro del territorio chino, sino para obrar en beneficio de toda la humanidad. Si la alerta se daba inmediatamente, la aplicación de medidas radicales con mayor anticipación, bien pudieron disminuir todo el impacto -no sólo sanitario, también el económico y el social- que devino con la pandemia y que todavía está por verse lo que significará en el futuro. Debemos estar conscientes de que esta grave tragedia apenas está en desarrollo.
Usted menciona el término pandemia para referirse a los hechos de diciembre y enero. ¿Era ya una pandemia o sólo un brote?
Esta es una pregunta trascendental. Me parece que la Organización Mundial de la Salud es también corresponsable, en varios aspectos, de lo ocurrido. Quizás lo más importante es no haber aplicado el término correcto a la situación.
Al inicio se catalogó como un “brote”, término -en mi opinión- eufemístico, que significa la aparición repentina de una enfermedad en un lugar y momento determinados, pero se les pasó por alto un elemento fundamental: la causa era desconocida.
Entonces debió alertarse la existencia de una pandemia desde el momento en que la enfermedad salió de las fronteras chinas, causada por un agente desconocido o que ha sufrido mutaciones, capaz de transmitirse de persona a persona, asociada con complicaciones severas y muerte significativa porque el organismo humano no ha desarrollado defensas. Ese es el concepto de pandemia y eso es lo que finalmente ocurrió.
Pero dice que hay otras responsabilidades de la OMS. ¿Cuáles?
Creo que también erró en la implementación de los protocolos de protección para el personal sanitario. Las medidas fueron muy básicas y carentes de previsión. El resultado fue la alta tasa de contagio, que bordea el 20% en el mundo, con la muerte consecuente de muchos trabajadores de la salud. La visión burocrática de la OMS fue el argumento esgrimido por los gobiernos desprevenidos que asimilaron la carta técnica pero no miraron la realidad, como ocurrió aquí. Italia y España, con demora, pero con sentido común y capacidad de observación, cambiaron significativamente las características de los equipos de protección y atenuaron este otro desastre.
Un médico contaminado es una pérdida terrible: deja de atender pacientes y se convierte en un consumidor del magro presupuesto para la salud.
¿Es decir que en Ecuador vivimos una realidad diferente? ¿Cómo nos encontró la pandemia en relación con nuestro sistema de salud?
Empezaré por decir que no tenemos un sistema de salud. Por el contrario, lo que hubo y se pudo potenciar, modificar, perfeccionar, fue torpemente destrozado por el gobierno de Rafael Correa. La eliminación de instituciones efectivas para cambiarlas por otras de dudosa calidad, dejó libre el espacio para que también se roben los fondos destinados a la salud. La mentalización ideológica y centralista de un bodrio como el Código Orgánico de la Salud, deja en soletas aspectos técnicos trascendentales y define al sistema de salud utilizando la descripción de una estrategia -el modelo de atención integral de la salud, MAIS- pero de ninguna manera esa es una sistematización, es sólo una meta que debe articularse con un sistema bien concebido. Esta ausencia de sistema nos ha pasado factura.
Quedó en evidencia que los edificios construidos con sobreprecio no podían funcionar por falta de profesionales, que los procesos para adquisiciones se toparon con las taras de los revolucionarios que siguen pidiendo registro sanitario ecuatoriano para elementos que vienen calificados por la FDA o la Comunidad Europea, que la respuesta técnica indispensable frente, a lo que se venía, fue lerda porque los ministros anteriores -hasta la última- fueron un conglomerado de incapaces que se rodearon de “médicos de escritorio”.
Lo único bien estructurado dentro del Ministerio de Salud, desde los días de la ministra Chang hasta los de la doctora Andramuño, ha sido la banda de asaltantes que funciona como un reloj desde el nivel central hasta los más pequeños dispensarios.
Así nos llegó la pandemia, a pesar de que por muchos años los médicos hemos venido advirtiendo lo que ocurría pero, Correa era un necio y Moreno es un indiferente. Tenemos esperanza en el actual ministro Juan Carlos Zevallos, tras muchos años de inercia y latrocinio llega un profesional con credenciales suficientes para el cargo.
¿Cree que el nuevo Ministro logre controlar la situación de Guayaquil? ¿Qué pasa con Quito?
La situación de Guayaquil será compleja de enfrentar, empezando porque las autoridades locales son tan irresponsables como muchos ciudadanos de la alta burguesía que minimizaron los hechos y que aprovecharon la grave situación para aparecer como “duros”. Es patética la actuación de la alcaldesa. Esto se agrava porque Guayaquil se ha desarrollado como una urbe para unos, mientras que ha perennizado un tugurio para otros.
La pobreza contribuye a la mortandad de la epidemia, pero a estas alturas no queda otra opción que exigir el aislamiento social voluntario y potencializar la ayuda en alimentos y saneamiento.
La situación de Quito es distinta porque el alcalde ha tomado decisiones acertadas que merecen el reconocimiento de la ciudadanía. No ha borrado el octubre fatídico en que brilló por su ausencia y permisividad, pero las acciones en este episodio son correctas, oportunas y efectivas, a pesar de que también hay cierto grado de indisciplina en determinados sectores de la ciudad.
Nos dijo al inicio que la alerta temprana desde China pudo acelerar la toma de medidas. ¿Cuáles?
“Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta que ya han sido demasiadas” dijo el inolvidable músico Bob Marley. Y la verdad es que no aprendemos: la historia de las pandemias, desde la edad media, viene señalando que cerrar las fronteras y encerrarnos en nuestras casas, son las medidas más eficientes. Ambas fueron tardías en casi todo el mundo y el Ecuador no fue la excepción. Ahora toca mantenerlas.
¿Cuánto tiempo más durará la cuarentena?
Como solemos decir los cirujanos: “ni un minuto más, ni un minuto menos del estrictamente necesario”.
Mientras no tengamos evidencia científica que el pico de contagios ha llegado, que se inicia su descenso y que la meseta se mantiene dando muestra de que el peligro ha decrecido, es indispensable mantener el “quédate en casa”.
Creo que esto no debe terminar antes de la última semana de abril y, si se requiere una garantía de seguridad adicional, quizás debamos ir hasta la segunda de mayo.
¿Significa que acabará la pandemia?
No. Por desgracia estas enfermedades llegan para quedarse, nunca terminan pero sus impactos van disminuyendo en la medida en que las personas vamos generando nuestras propias defensas contra el virus, se desarrollan alternativas de prevención como las vacunas, aparecen tratamientos que mejoran el combate a la enfermedad y, sobre todo, dejan enseñanzas que exigen sensatez por parte de los gobiernos para mantenernos preparados ante cualquier rebrote.
¿Qué enseñanza piensa que será la más importante que nos dejará el “corona virus”?
La lección fundamental nos demuestra lo mínimos que somos, nos demuestra que hasta los gigantes económicos han terminado padeciendo la enfermedad al mismo ritmo que los países pobres.
Entonces la enseñanza debe encaminarse a comprender que si no logramos ponernos de acuerdo en que la salud debe dejar de ser un negocio para convertirse en una cruzada humanitaria, terminaremos extintos como especie y todo el capital acumulado por pocos no habrá servido para nada.
Un analisis de la situación actual, absolutamente técnico y objetivo. Deja en claro el origen, las consecuencias, y de manera particular en nuestro país, pone el dedo en la llaga, señala él o los culpables, con total objetividad, en el manejo tardío de la pamdemia. Felicitaciones mi estimado doctor Cevallos.