El tortuoso sendero de la democracia en Nicaragua.

El tortuoso sendero de la democracia en Nicaragua.

Manuel Salgado Tamayo

Las elecciones presidenciales de Nicaragua que se realizarán este domingo 7 de noviembre, en la que se elegirán también 90 diputados a la Asamblea Nacional y 20 diputados al Parlamento Centroamericano se han convertido en noticia internacional desde el estallido social de abril del 2018, duramente reprimido por el gobierno de Daniel Ortega y la posibilidad de que su gobierno, elegido en el 2007 y reelegido, mediante una reforma constitucional pactada con la derecha, en el 2011 y el 2016, se prolongue por un período adicional, dado que 7 candidatos opositores han sido apresados o descalificados. Súmese la primera presidencia ejercida por Ortega durante el período revolucionario, entre 1985 y 1990, y se comprenderá que en Nicaragua vive una reedición de esa vieja práctica política latinoamericana: el caudillismo.

Para entender lo que hoy ocurre en la pequeña y pobre Nicaragua es necesario recapitular al menos tres momentos de su historia volcánica de dictaduras, intervenciones extranjeras y rebeliones.

  1. La “fiebre del oro” y el destino de Nicaragua.

Nicaragua es una de las naciones de menor desarrollo humano de la región centroamericana, en lo sustantivo, por haber sido víctima de varias intervenciones del imperialismo norteamericano que la descubrió como el territorio en el que podía construir un canal interoceánico que facilitará el transporte y el comercio entre las dos costas de la enorme potencia y garantizará, además, su hegemonía regional sobre la disputada zona de América Central y el Caribe.

En el siglo XIX, poco antes de firmarse el tratado de paz entre Estados Unidos triunfante y el México cercenado en su territorio, se produjo un hecho que modificará completamente el carácter de las relaciones entre el Imperio y América Central. El 24 de enero de 1843 el operario de un aserradero, James Marshall, encuentra oro en Sacramento, California, la noticia desata una estampida humana para trasladarse al otro lado del Atlántico al Pacífico “porque nadie quería estar fuera de la probable riqueza”. El transporte no podía hacerse por el territorio continental porque en el oeste todavía se resistían al despojo y la muerte varios pueblos indígenas. En tales circunstancias los empresarios del trasporte marítimo ofrecen cuatro alternativas para llegar a “la quimera de oro”, como la llamará en una obra maestra Charles Chaplin: una, por el Cabo de Hornos, que implicaba un largo viaje y una elevada tarifa; la segunda, por Panamá, que amenazaba con las fiebres tropicales; la tercera, por el istmo de Tehuantepec en México, también muy tortuosa y la cuarta, por Nicaragua que parecía dotada de ventajas naturales, siguiendo el curso deslumbrante de sus ríos y lagos.

Nicaragua y Panamá soportaron entonces una invasión “protagonizada por una turba excitada por la codicia y el alcohol, siempre dispuesta a usar sus navajas con o sin pretexto, siempre presta a apretar el gatillo de sus armas con desaprensión, irresponsabilidad y cinismo”.[1]

En tales circunstancias aparecen en la historia de Nicaragua dos norteamericanos que van a tener una honda influencia en el destino de la pequeña nación: el empresario naviero Cornelius Vanderbilt, que levantó una flota naviera al servicio de la codicia de los aventureros, pero también del anhelo imperial de lograr una fluida comunicación entre los dos océanos. El segundo personaje llegará en una de las frecuentes guerras civiles en Nicaragua, entre conservadores y liberales, cuando el mercenario Byron Cole ofrece, en 1855, al director supremo del Estado, el liberal Francisco Castellón, el concurso de 300 expertos tiradores que serían comandados por William Walker, que le garantizarán la victoria sobre la facción conservadora.

William Walker / La guerra nacional de Nicaragua

William Walker desembarca en Nicaragua el 13 de junio de 1855, como ciudadano nicaragüense que ostenta el grado ad hoc de coronel.  El filibustero, utilizando una violencia extrema, se hizo proclamar presidente de Nicaragua el 12 de junio de 1856 y declaró la intención de someter a su dominio a las demás naciones centroamericanas. El presidente Patricio Rivas, que había actuado como un títere de Walker, se alarmó y declaró “enemigo de Nicaragua con la nota de traidor” al filibustero y llamó a los gobiernos centroamericanos a unirse para combatirlo y derrotarlo. Por sus propios intereses el empresario Vanderbilt y los británicos apoyaron a los centroamericanos.

Walker sufrió una primera derrota a manos de las fuerzas centroamericanas, comandadas por el costarricense José Joaquín Mora, pero, antes de huir a los Estados Unidos, donde fue recibido como un héroe, incendió la ciudad de Granada.

Más tarde hizo tres intentos de invadir la región, pero para salvar su pellejo se entregó en Honduras a los ingleses que, a su vez, decidieron ponerlo en manos de las autoridades locales, quienes procedieron a su fusilamiento el 12 de septiembre de 1860. Los historiadores oficiales norteamericanos han pretendido negar la corresponsabilidad de sus gobiernos en las andanzas del pirata, pero una enorme documentación prueba que sus aventuras fueron coordinadas con el Departamento de Estado.

Como sabemos en 1879 el francés Fernando de Lesseps, que había construido el canal de Suez, presenta un proyecto para la construcción de un canal, sin un sistema de esclusas, que debía conectar el Océano Atlántico por el Pacífico a través de Panamá. El gobierno de la Nueva Granada (hoy Colombia) dio una primera concesión en 1839. Luego de varios años de estudios se inició la construcción, pero la fiebre amarilla y la tifoidea causaron una gran mortalidad del personal, a las que se sumaron las dificultades del relieve, los problemas de financiamiento y la oposición de los norteamericanos a una obra que buscaba construirse en su zona de dominio. Lesseps abandonó el  proyecto, pero uno de sus ingenieros Phillippe-Jean Bunau – Varilla se dirige a los Estados Unidos y desata una enorme conspiración para que ese gobierno desheche la idea de construir el Canal por Nicaragua debido al peligro que representan sus volcanes activos, fomente la “independencia de la provincia de Panamá”, que era en realidad una secesión de su territorio, que los militares colombianos aceptaron sin combatir, y la firma casi inmediata del Tratado Hay – Bunau – Varilla, el 18 de noviembre del 1903, por el que Panamá cedía a perpetuidad una franja de su territorio para la construcción del Canal que finalmente se inauguró en 1914.

En 1910 los Estados Unidos de América imponen la firma de los “Pactos Dawson” que inicia su intervención abierta en los asuntos internos de Nicaragua. Se abre entonces un período de ignominia en el que las administraciones norteamericanas y sus marines imponen los gobiernos que se mantendrán hasta la derrota militar que les impondrá Sandino y su pequeño ejército campesino el primero de enero de 1933, que obliga al retiro de los marines norteamericanos del territorio de la pequeña Nicaragua.

2.- Augusto César Sandino y el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.

Augusto César Sandino, nacido en una familia humilde, presenció en su adolescencia los crímenes perpetrados “por fuerzas filibusteras norteamericanas.” “Personalmente miré del cadáver de Benjamín Zeledón…” “La muerte de Zeledón me dio la clave de nuestra situación nacional frente al filibusterismo norteamericano; por esa razón, la guerra en que hemos estado empeñados, la consideramos una continuación de aquella”, anota Sandino al explicar la génesis de su actitud patriótica y la admiración que siente por el general Zeledón que tuvo el valor de enfrentar la primera gran intervención militar del imperialismo norteamericano en Nicaragua[2]. Pero también contribuyó al desarrollo de su pensamiento político su participación en México, en grupos sindicales de formación espiritualista, socialista y anarquista.[3]

En 1925, en México, Sandino tomó la decisión de regresar a Nicaragua para integrarse en la lucha contra el poderío norteamericano. Con tal decisión inicia una larga guerra de guerrillas en octubre de 1926, cuando arma a un grupo de 29 campesinos tras comprar rifles a un grupo de traficantes hondureños.

El 23 de diciembre de ese mismo año, con la ayuda de un grupo de prostitutas de Puerto Cabezas logran sacar del mar unos 50 rifles más que habían decomisados por los marines norteamericanos a los hombres del presidente liberal Juan Bautista Sacasa. En septiembre de 1927 el “pequeño ejército loco de Sandino”, como lo llamará Gabriela Mistral, inicia la prolongada ofensiva que terminará con la primera derrota militar del Imperialismo en América Latina el primero de enero de 1933. Las fuerzas de ocupación abandonan el país.

El liberal Juan Bautista Sacasa asume la presidencia y Anastasio Somoza la Jefatura de la Guardia Nacional. El 2 de febrero El general Sandino llega a Managua y es aclamado en las calles, en la noche firma el Tratado de Paz. El 22 de febrero de 1933 es desarmado el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional formado por el pueblo pobre de Nicaragua. El 21 de febrero de 1934, al salir de una cena con el presidente Sacasa, el general Sandino es apresado y llevado al campo de aviación, donde es asesinado junto a su hermano Sócrates y a los generales Estrada y Umanzor. El 3 de junio de 1934, en un banquete celebrado en la ciudad de Granada, Somoza admite su responsabilidad en el asesinato de Sandino. Manuel Agustín Aguirre señala que mucho se ha criticado a Sandino por esta entrega casi incondicional, señalando que el héroe cometió un error teórico que le condujo a una táctica falsa, al confiar en la burguesía, que no tiene nada de nacional y antiimperialista, pensando que se podía negociar con ella a cambio de tierras para sus soldados campesinos, cayendo en una trampa diseñada por el Tacho Somoza, que lo asesinó en forma vil y cobarde, mandando también a exterminar a 300 familias que laboraban pacíficamente en el campo.

Los crímenes no quedaron impunes pues en 1956 el joven poeta revolucionario Rigoberto López Pérez ajustició al “tacho” Somoza I, al que le sucedieron, con el apoyo norteamericano, sus hijos Luis Anastasio II y Anastasio Somoza Debayle III.[4]

La familia Somoza, historia de una “estirpe” que asoló Nicaragua en el siglo XX

El balance de los 47 años de la dictadura familiar de los Somoza es desolador para Nicaragua. Los tres miembros de la familia “Manejaron Nicaragua como si fuera una empresa propia y controlaron la mayoría de las industrias, de la tierra cultivable, de las fábricas y de la actividad comercial”.[5] Se apropiaron el dinero que ingresaba al país por concepto de préstamos o ayudas. Con estos métodos el último de los Somoza, Anastasio, acumuló una fortuna de más de 2.000 millones de dólares, mientras los trabajadores nicaragüenses tenían un ingreso diario de un dólar. Suprimieron las libertades, los opositores fueron salvajemente perseguidos, torturados y asesinados.

Para rescatar la “Patria libre o morir” Carlos Fonseca Amador y otros jóvenes universitarios fundaron en 1960 el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que buscó seguir el ejemplo del héroe de las Segovias, estimulados por el reciente triunfo de la Revolución Cubana y aprendiendo también las lecciones de la resistencia del pueblo vietnamita.

Desarrollaron a partir de entonces un intenso trabajo de organización y lucha al que se integraron campesinos, obreros, indígenas, intelectuales, sacerdotes y miembros de la clase media. Vivieron etapas de avance y repliegue hasta los años 70 en que se crearon las condiciones para el avance revolucionario, a través de operativos espectaculares, como la toma del Palacio Nacional en 1978, que desató una ofensiva guerrillera acompañada de una insurrección popular que derrotó a la Guardia Nacional y determinó la huida de Somoza a Miami, el 17 de julio de 1979.

3.- La Revolución Popular Sandinista y los gobiernos de Daniel Ortega Saavedra.

            Durante muchos años se pretendió borrar de la memoria el ejemplo de Sandino y los historiadores al servicio del Imperio buscaron presentarlo como un bandolero más. Pero su pueblo no olvidó. Los veteranos sandinistas aparecen en 1948 organizando diversos grupos guerrilleros.

Carlos Fonseca, fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional

Entre 1958 y 1960 se producen sesenta levantamientos armados en contra de la dictadura. Pero, como hemos anotado, en 1960, el héroe y mártir Carlos Fonseca Amador pone las bases del Frente Sandinista de Liberación Nacional que, tras una lucha de dos décadas logra construir la unidad y desarrollar las acciones insurgentes y de masas que llegan al día de la victoria en Julio de 1979.

El 19 de julio de 1979 columnas guerrilleras del FSLN entran en Managua en medio de la aclamación popular.

El 20 de julio ingresa a Managua, procedente de la ciudad de León, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que deroga la Constitución somocista, disuelve la Guardia Nacional y las demás estructuras del poder somocista. Mediante el Decreto 3 se confiscan todos los bienes de la familia Somoza, jefes militares y funcionarios que abandonaron el país a partir de 1977. Con estos bienes se forma al Área de Propiedad del Pueblo. Por el Decreto 5 se dicta la nueva ley de mantenimiento del orden y la seguridad destinados a “eliminar todo vestigio de la dictadura somocista”. Con el Decreto 6 se nombran los primeros ministros procedentes de una diversidad de fuerzas políticas. El 26 de julio se nacionaliza el sistema financiero. El 22 de agosto se constituye el Ejército Popular Sandinista.

Pero en el Imperio se produce un viraje determinante, el 20 de enero de 1981 asume la presidencia de los Estados Unidos Ronald Reagan. El 19 de marzo de 1981 el periódico The Washington Post denuncia la existencia en el Estado de Florida de campamentos de entrenamiento de los contrarrevolucionarios nicaragüenses. El 20 de junio de 1981, el arzobispo Obando, durante una visita a Italia, expresa que nuestra revolución está cayendo en manos del marxismo, siguiendo el modelo cubano. Se viven los prolegómenos de la llamada “guerra sucia” que creará las condiciones para la derrota electoral del Frente Sandinista en marzo de 1990.[6]

En honor a la verdad histórica hay que decir que la Revolución en Nicaragua no era una copia de ningún modelo anterior sino una creación original ajustada a las demandas más urgentes de su pueblo.

Sergio Ramírez, vicepresidente de Nicaragua, durante una visita a Venezuela en junio de 1983, explicaba los rasgos básicos de ese modelo: “Defendemos nuestro derecho a desarrollar en nuestro país una economía mixta”. “Buscamos un modelo político democrático, con pluralismo político, el funcionamiento de los partidos de distinto signo ideológico y el derecho a tener elecciones y no guerra”. “Defendemos por lo tanto tres principios básicos de la revolución sandinista, el pluralismo, la economía mixta y el no alineamiento. Y defendemos también el derecho a defendernos, el derecho a garantizar la supervivencia de la revolución, sin la cual las ideas, las palabras y las intenciones tendrían que pasar a los museos de América Latina, llenos ya de suficientes ideas, palabras e intenciones que fueron derrotadas”.[7]

En septiembre de 1981 se detectan las primeras bandas contrarrevolucionarias en el interior del País. En octubre de 1981 Sergio Ramírez denuncia la existencia de una conspiración internacional contra Nicaragua. En noviembre de 1981 se desatan enfrentamientos armados entre el Ejército Popular Sandinista y grupos de contrarrevolucionarios. El 1 de diciembre de 1981 Reagan firma el inicio de operaciones políticas y paramilitares contra Cuba y Nicaragua. El año de 1982 llamado “Año de la unidad contra la agresión” encuentra a la pequeña y pobre Nicaragua obligada a destinar la mitad de su presupuesto a las tareas de defensa contra la guerra sucia, organizada y financiada por los Estados Unidos.

Marines estadounidenses en las afueras de Masaya durante la invasión a Nicaragua, 1982.

El sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, ministro de Cultura de la Revolución Sandinista nos explica lo ocurrido:

“Ocho años de guerra nos hicieron las administraciones, Reagan primero y después Bush”. Destruyeron todo lo que podían”. “Por último más de la mitad del presupuesto del País es dedicada a la defensa”. “Unas elecciones en medio de eso ponen en curso el riesgo de perderlas”. “Como en efecto perdimos las elecciones, pero no se perdió la revolución por eso. La revolución podía haber pasado a hacer una revolución en la oposición. La revolución verdaderamente se perdió porque después de haber perdido las elecciones, por esa injerencia de Estados Unidos, muchos de los dirigentes perdieron la moral también, se desmoralizaron y antes de entregar el poder el nuevo gobierno, empezaron a robar, hicieron grandes fortunas que todavía las tienen y que son los que ahora gobiernan llamándose sandinistas”.

Dice con amargura y nostalgia en un potcast que se encuentra en Google.

El comandante Tomás Borges, fundador del FSLN y miembro de la dirección nacional durante el gobierno de la Revolución Popular Sandinista (1979-1990), entes de su muerte en el 2012 y, por tanto, apoyando al gobierno de Daniel Ortega, que logra ganar las elecciones en el cuarto intento explica la concepción estratégica del poder que desarrolla el grupo de los dirigentes que participan en “la piñata”. Dice Borges:

“Todo puede pasar aquí, menos que el Frente Sandinista pierda el poder… Me es inconcebible la posibilidad del retorno de la derecha en este país. Yo le decía a Ortega: “hombre, podemos pagar cualquier precio, digan lo que digan, lo único que no podemos es perder el poder. Digan lo que digan, hagamos lo que tenemos que hacer, el precio más elevado será perder el poder. Concluyendo: Habrá Frente Sandinista hoy, mañana y siempre”.[8]

Tomas Borge y Daniel Ortega.

Esa concepción  les había llevado de inicio a pagar dos precios éticos irrecuperables: primero, organizar la “piñata” para dotarse de los recursos económicos necesarios para participar en las elecciones, segundo, pactar con su archienemigo de la víspera, el liberal Arnoldo Alemán, preso por desfalcar los recursos del Estado, al que Ortega permutó su condena por el arresto domiciliario; pero, además, para ganar las elecciones del 2007, y reelegirse en el 2011, 2016, usaron la mayoría pactada con las élites económicas para reformar de Constitución y bajar el porcentaje necesario para ganar las elecciones presidenciales del 50 al 35%, vaciar el contenido ideológico del FSLN, abandonando las promesas de redistribución de la riqueza y el progresismo social, llegando al extremo de  condenar incluso el aborto terapéutico,  desmantelando las instituciones democráticas, siguiendo las recetas macroeconómicas y las políticas compensatorias de transferencia monetaria que le convierten en el discípulo aventajado del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y le garantizan las clientelas electorales de los sectores más empobrecidos.

Hasta mediados de abril del 2018 parecía que en el País nada pasaba, pero el 16 de abril el gobierno anuncia un conjunto de reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, que significaban en esencia que los trabajadores debían pagar más al seguro y las pensiones se reducían.

El 18 salieron a protestar los abuelos que fueron reprimidos por la fuerza de choque de la llamada juventud sandinista, como lo habían hecho ya muchas veces, pero en esta ocasión los estudiantes salieron a defenderlos. El 19 murieron tres personas. Las protestas fueron secundadas en varias ciudades: Masaya, Granada, Matagalpa, Esteli, Rivas. De pronto la juventud se había insurreccionado, eran los nietos de Sandino. Como lo cuenta la escritora ecuatoriana Sabrina Duque en una crónica escrita desde Managua:

“Nicaragua despertó y esa paz artificial, lograda con mano dura, se reventó como una pompa de jabón. Los nietos del sandinismo están en las calles. Se han rebelado contra el abuelo traidor. Mientras escribo estas líneas, en julio del 2018, esta represión ha cobrado más de 400 vidas. No sé cuántas más se apagarán. No sé cuándo acabará esto. ¿Un mes más? ¿Seis meses? ¿Un año?”[9]

Con el grito “Ortega y Somoza son la misma cosa” volvieron las canciones de los hermanos Mejía Godoy, volvieron los poemas de Ernesto Cardenal y Gioconda Belli.

Cardenal escribió una carta al presidente Mujica de Uruguay denunciando las violaciones a los derechos humanos y recordó que había orado: “Señor, haz que volvamos a ser lo que fuimos”. Creía haber sido escuchado y repitió como en los tiempos de Somoza: “Levántense todos. También los muertos”.

El ilustre científico Carlos Tünnermann, que había sido rector de la UNAN, que formó parte del “grupo de los 12”, el gobierno en el exilio antes de la caída de Somoza, que como Ministro de Educación dirigió con éxito la campaña de alfabetización, que había sido embajador de la Revolución Sandinista ante los Estados Unidos y la OEA, que había donado su biblioteca personal con miles de libros al Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, ahora convertido en un anciano respetable, concurrió muy firme y lúcido a la segunda mesa del diálogo con Ortega y le exigió que cese la represión.

Ortega y su aparato represivo tuvieron éxito en detener el estallido juvenil y popular. El escritor Sergio Ramírez, Ex vicepresidente de la República durante la revolución ha tenido que exilarse en España, para evitar que se ejecute la orden de detención firmada por Ortega el 9 de septiembre.

La comandante guerrillera, Dora María Téllez, C-2, que según la crónica de García Márquez desempeñó un papel crucial en caída de Somoza, está en la cárcel. La también comandante guerrillera y exdiputada Mónica Baltodano que salido al exilio con su familia. Es difícil saber por cuánto tiempo más se mantendrá este gobierno repudiado en las calles durante meses, que ha ensangrentado a su propio pueblo. Complicado predecirlo por varias razones. Primero porque Ortega tiene el control absoluto del Consejo Nacional Electoral “que decide quién puede participar como candidato y quien no” y, cuando eso no es suficiente, acusa a los candidatos de terrorismo y subversión y los mete a la cárcel. Segundo, porque la oposición se encuentra dividida entre la Alianza Cívica de los grandes empresarios y el reciente agrupamiento de la Unidad Nacional Azul y Blanco. Ambos grupos prometen retornar a la democracia liberal que les recuerda a los gobiernes que se sucedieron entre 1990 y el 2007 que aplicaron a rajatabla las políticas de ajuste estructural y han cometido la torpeza adicional de declararse antisandinista, en un pueblo que tiene como héroe nacional indiscutible a Sandino.

Estos breves apuntes sobre la historia de Nicaragua demuestran que ese pueblo hermano ha luchado en forma heroica y sacrificada por conquistar su libertad e independencia, a veces solos, en otras ocasiones hermanados con la Patria que soñó Morazán.

Nunca pudieron consolidar su dominio los invasores del norte brutal pero tampoco los tiranos, de modo que, más temprano que tarde se cumplirá la visión poética y profética de Ernesto Cardenal que quiso “ver el rostro de su tierra liberada, donde todo el pueblo luchó por amor, para vivir sin el odio de la explotación, para amarnos en una tierra bella, muy bella”.[10]

 Referencias:

[1] Gregorio Selser, Sandino, general de hombres libres, (Editorial Universitaria Centroamericana, San José, Costa Rica, 1974, Primera edición), 19.

[2] General Augusto C. Sandino, Padre de la Revolución Popular y Antimperialista 1895-1934 (Managua, Instituto de Estudios del Sandinismo, Editorial nueva nicaragua, Segunda Edición, 1986), p. 12.

[3] El pensamiento vivo de Sandino, Selección y notas de Sergio Ramírez, San José de Costa Rica, mayo de 1973, p. 53.

[4] Manuel Agustín Aguirre, La transformación social y revolucionaria de América Latina, (Quito, Ediciones La Tierra, Volumen 5, 2018), p.p. 133-134.

[5] Luciana Possamay y Ettore Pierri, Nicaragua, la dramática lucha de un pueblo por su libertad, (México, Editores Méxicanos Unidos, segunda edición, 1979), p.p. 5-8.

[6] María Rosa Torres y Jorge Luis Corragio, Transición y crisis en Nicaragua, (Quito, Editorial El Conejo, primera edición, 1987) p.p. 184 y siguientes.

[7] Sergio Ramírez, Nicaragua La primera frontera, Caracas, 28 de junio de 1983.

[8] Salvador Martí y Mateo Jarquín, El precio de la perpetuación de Daniel Ortega, Nueva Sociedad, Junio del 2021.

[9] Sabrina Duque, Volcánica, Crónicas desde un país en erupción, (México, primera edición, abril del 2019), p. 104.

[10] Ernesto Cardenal, Vuelos de Victoria, (León, Editorial Universitaria de la UNAN, 19 de junio de 1985) p. 113.

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Profesor Emérito de la Universidad Central del Ecuador. Ex legislador. Literato. Mgs. en Relaciones Económicas Internacionales mención Comercio e Integración por la Universidad Andina Simón Bolivar. Phd en estudio latinoamericanos en UASB

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