Un triunfo como una bengala

Un triunfo como una bengala

Fanny Zamudio

Las redes anunciaban el fallo de la Corte Constitucional a favor de despenalizar el aborto por violación y no solamente a las mujeres que sufran discapacidad mental. Estallamos en júbilo, hicimos catarsis colectiva, nos rompimos en lágrimas por las décadas de activismo, por las vigilias, las pintadas, las marchas. Por el abrazo añorado a las que dedicaron su talento y su vida a luchar por los derechos de las otras y ya no están aquí. Lloramos de orgullo por ver a las nuevas generaciones de activistas cosechar un triunfo enorme, aún más glorioso en esta época de oscurantismo impúdico que exige el derecho a la vida de los cigotos y a tener un arma para dispararle cuando crezca.

Algunas lloramos también porque sabemos que la victoria es enorme, pero es simbólica, las mujeres violadas no serán penalizadas por abortar, simplemente porque muchas no lo harán.

Las niñas que crecieron en condiciones de marginalidad y exclusión, ni siquiera entenderán lo que ocurre, no sabrán que es una violación, ni que están embarazadas, no comprenden lo que es un derecho y tampoco lo que es el aborto. Las jóvenes a las que han abusado por años no se atreverán por terror a los perpetradores. Las mujeres violentadas por sus parejas creen que es parte del contrato conyugal. Alguien convencerá a la joven traumatizada de aceptar “con amor” el resultado de un brutal ataque en manada.

Lloramos de rabia porque sabemos que las y los legisladores debatirán sobre premisas absurdas el cómo garantizar que las malas mujeres, las mentirosas, las del pecado original, las de lengua de víbora, las asesinas desnaturalizadas, las tramposas mesalinas,  no usen la violación como “pretexto” para abortar los fetos de su hedonismo y frenética sexualidad. Querrán poner candados como próstatas a los procedimientos en los que las mujeres y niñas serán expuestas, interpeladas, desmentidas, re violentadas, inquiridas, para acceder al derecho de sanar sin la carga de la violencia mirándole a los ojos, por el resto de sus vidas.

Lloramos de angustia porque sabemos que esas mujeres acuden a los púlpitos de “pastores” que abusan de las niñas, que asesinan y desaparecen mujeres y luego gritan en trance místico: “salvemos las dos vidas o te vas al infierno…amén”.

Porque hay médicos que las aterrorizan en nombre de su Dios. Porque hay violadores que piden a sus adolescentes preñadas “en matrimonio”. Porque la pobreza es tan grande que no hay ni para comprar una pastilla. Porque hay madres que gritan en público que prefieren ver a sus hijas muertas que condenadas por el pecado.

Porque los trapos sucios en sangre, se lavan en casa y en silencio.

Nuestra bengala de derechos está lanzada en la noche inmensa del patriarcado, brilla lo suficiente para enseñarnos el camino, largo, difícil y peligroso de ser mujer. Ilumina la marea verde que camina hacia el amanecer -inminente e inevitable- de un mundo mejor.

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Comunicadora
Asesora política
Magister en Comunicación y Márketing Político
Licenciada en Ciencias de la Educación
Docente Universitaria
Columnista de revista digital Plan V

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