A finales de noviembre 2023, Guayaquil, principal ciudad portuaria del país y foco de narcotráfico, registraba un aumento de los homicidios de hasta 80%. Entre los indicadores que miden las expresiones de ruptura del tejido social, se encuentran las estadísticas referidas a las pandillas juveniles. Es una realidad en la violencia social urbana. La migración interna es acelerada en Ecuador y se asienta en las periferias de las grandes ciudades y las ciudades intermedias en continuo crecimiento. Justamente, de acuerdo a los datos del Ministerio del Interior, los distritos de Pascuales, Esteros, Quevedo, Machala, Manta, Pasaje, Huaquillas, presentaron en 2019 un crecimiento de homicidios intencionales. El incremento de 2019 a 2023 de los homicidios intencionales ha sido del 680%, incluyendo al homicidio, el asesinato, el femicidio y el sicariato (Child Fund 2024).
Mientras en 2022 un niño, niña o adolescente moría pasando un día por causa de homicidios intencionales, en 2023 ya se registraban 2 muertes de niños, niñas y adolescentes por día. En lo que va del 2024, entre enero y abril, un niño, niña o adolescente ha muerto cada 20 horas. (Child Fund 2024). De estos 144 casos, principalmente se han suscitado en la vía pública (96) y están relacionados con la delincuencia común (126).
Quienes habitan en estas zonas expresan las exclusiones sociales de los ajustes económicos estructurales, que devienen de la reducción del gasto público, políticas sociales reactivas, cuando las hay, y las respuestas gubernamentales de mano dura ante la inseguridad responden a una sociedad que vive en el miedo, desprotegida y demanda personalidades autoritarias para ganar las muchas guerras. En realidad, la sociedad ecuatoriana, como otras, busca una constelación autoritaria: una respuesta mágica ante la imposibilidad de asegurar ingresos individuales mínimos.
La brecha de cobertura de la canasta básica (Andrés Mideros) alcanza al 79% de las familias en Esmeraldas, en Manabí al 72%, en Guayas y El Oro al 57%. Todas estas provincias y sus ciudades crecen precariamente con el 50% del empleo informal. El acceso a la educación suprior está entre el 17% y el 27%. A fines del 2023, a nivel nacional el 24% de los jóvenes (18-29 años), ni estudia ni trabaja. En el caso de las mujeres llega al 39%. Resaltamos que el 24% de los jóvenes tiene instrucción básica. El 53% terminó el bachillerato.
Para 2023, la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes llegó a 87 en Esmeraldas, a 49 en Manabí a 82 en El Oro y a 76 en Guayaquil. A la par 90.000 niños, niñas y adolescentes han dejado la educación en la matriculación Costa 2024. Las barreras para el empleo son muy restrictivas y cada vez son más exigentes y meritocraticas especialmente para los jóvenes. Incluso con formación universitaria su primer empleo llega únicamente al sueldo básico.
La violencia social es bastante más compleja, no se trata únicamente de una expresión de la delincuencia y la criminalidad. De las estadísticas del Ministerio del Interior, se desprende que de 70.000 detenciones/aprehensiones, en 2022: el 15% es por delitos de sustancias sujetas a fiscalización y el mismo 15% por delitos/contravenciones relacionados con la violencia en la familia y contra las mujeres.
La violencia pareciera ser la forma de resolver la conflictividad dentro de las familias. Las familias se están debilitando. Familias debilitadas por las presiones económicas. Mujeres solas que agencian la alimentación diaria, la salud de los hijos y que ahora también deben gestionar la seguridad de sus hijos ante el micro trafico instalado hace varios años y las nuevas formas de explotación y esclavitud moderna que involucra el reclutamiento de niños y adolescentes por parte de la delincuencia y el crimen organizado. Su carga mental se incrementa. Están ahí en los barrios más violentos de Durán, Guayaquil, Manta, Esmeraldas, Sucumbíos o Portoviejo.
Las familias se defienden de las amenazas y agresiones internas y externas. La violencia masculina les afecta y se traslada entre generaciones, igual que la pobreza. El estigma de la inferioridad afecta a estas mujeres y a sus integrantes más jóvenes: los adolescentes y niños y niñas. La conflictividad intergeneracional existe en las familias pobres y ricas. Se ha debilitado el tejido social implica decir que las familias se debilitan. El hacinamiento por familias extendidas, ningún espacio disponible para crear cultura o recreación para los chicos, les desgasta y se mueven en espacios reducidos quizás 300 metros cuadrados. Están sentados en las esquinas de los barrios, muchos consumen.
Las pandillas/naciones son fenómenos viejos en el Ecuador, la Policía Nacional buscó identificar y disciplinar a los adolescentes y jóvenes que las integraban, allá por el año 2000. En el estudio COAV 2003, Gaitán Villavicencio, cita que “según el Grupo Anti pandilla de la Policía Nacional (GAP), en el área metropolitana de Guayaquil se calculaba alrededor de 1.000 pandillas. SERPAZ/Nelsa Curbelo advertía que las pandillas tenían una finalidad identitaria cultural que debía abordarse de forma urgente para prevenir otros destinos.
La adolescencia es una construcción cultural moderna. Esta etapa procura una búsqueda que persigue el valor de lo social en la relación de sí mismos con el entorno, más allá de los valores del mercado: por encima de la producción y de la reproducción, está la relación con los amigos y los pares, los afectos, el amor, el placer, el juego, la música, el teatro, los deportes, la cultura en su sentido más amplio. Esa búsqueda de una identidad compartida los agrupa, los junta. Se protegen del estigma de la peligrosidad y muchas naciones/pandillas acudieron a la violencia territorial contra otras bandas y luego adquirieron símbolos y poder del uso de la fuerza, primero con armas corto punzantes luego con armas de fuego de fabricación doméstica. Los miembros de pandillas y naciones, ya en 2003, utilizaban revólveres calibre 22 y 38 y cartucheras en su mayoría de fabricación nacional que eran adquiridas por un precio de veinticinco a treinta dólares o recuperadas por medio de asaltos y robos. El 67% aprendió a usar armas entre los 12 y 14 años.
En los años 90, Richard Lerner, inicia desde la biología y la ciencia, el estudio del desarrollo de la juventud y en 2005 ofrece un nuevo enfoque llamado Desarrollo Positivo Adolescente (DPA), en el cual explica que el camino hacia la adultez no implica únicamente sanciones o prevención de comportamientos negativos, sino que adicionalmente, plantea la posibilidad de adoptar una perspectiva basada en el bienestar, haciendo énfasis en las condiciones saludables del individuo y sus fortalezas del carácter, al poner en práctica lo que llama las 5 Cs: Confianza, Competencia, Carácter, Conexión y Cuidado o Compasión, cuya aplicación frecuente permitirá alcanzar una 6ta. C llamada Contribución.
También es un momento de vulnerabilidad. Está surgiendo evidencia sobre los rápidos cambios neuronales y fisiológicos durante la adolescencia: se reorganizan las habilidades emocionales y las habilidades físicas y mentales.
Es un momento crítico de transición en el que a menudo se manifiestan las desigualdades, es decir, abandono escolar, matrimonios precoces, violencia, embarazo, insuficiente acceso a la salud sexual y reproductivo, suicidio, accidentes de tráfico, etc.
Las normas de género se consolidan y dan las trayectorias de vida de las y los adolescentes.
El cerebro del adolescente no es un órgano infantil envejecido ni tampoco uno adulto incompleto. Constituye un ente singular, con una gran versatilidad y una creciente instauración de redes neurales.
El sistema límbico, que rige la emotividad, se exacerba en la pubertad. En cambio, la corteza prefrontal, que pone freno a los impulsos, no madura hasta los veintitantos años. Este desfase, que lleva a los jóvenes a adoptar conductas arriesgadas, les permite también adaptarse pronto a su entorno. En la actualidad, los niños están llegando antes a la pubertad, y el período de desajuste se amplía.
La organización de las pandillas, no fue producto de la casualidad, tampoco es el resultado de personalidades inadaptadas. Es una respuesta compleja de adolescentes y jóvenes a la que el país no pudo responder, ni en la perspectiva nacional ni tampoco local. Hubo esfuerzos más bien desde la sociedad civil. Nelsa Curbelo en Guayaquil las conoció de muy cerca. Trabajó para convertirlas en estructuras de paz y acción comunitaria positiva.
Según SERPAZ (2003) las agrupaciones también incursionaban en el delito como una forma de generar medios de subsistencia en plazos cortos: tráfico y venta de drogas, deshuesa miento y venta de accesorios y vehículos robados, o venta de todo tipo de artículos provenientes de los robos en vías públicas.
La pandilla se puede entender como la agrupación intermedia entre el grupo natural de amigos y la banda; las bandas serían las agrupaciones estructuradas alrededor del ejercicio de la violencia criminal (KarlaVarela).
Así como han crecido de manera exponencial las muertes violentas de niños, niñas y adolescentes, hay reportes de un alza en el “reclutamiento forzado de adolescentes por parte de grupos armados en el país suramericano”, alertó el director regional de Unicef; a ello se suma que “las instalaciones médicas y las escuelas están bajo asedio”. (Unicef, 2024)
Tampoco existe un dato certero del número de miembros de los grupos de delincuencia organizada; también resulta muy complejo asegurar cuántos niños, niñas y adolescentes se encuentran vinculados a estos grupos.
Como señala Saviano, son el nuevo ejército, cobran menos que los adultos en la categoría más baja, no tienen obligaciones familiares, están dispuestos a estar permanentemente en la calle. Se inician en la venta de droga blanda, luego otras drogas duras. Tienen clientes en el barrio/la cooperativa, pero también la pueden llevar directamente a las escuelas, colegios, universidades, locales de diversión, hoteles, barrios cerrados. Se entrenan en el uso de armas, aumenta la confianza de los jefes. Asumen las reglas. En Ecuador se está cambiando la composición de edad de las bandas y ahora están integrados al cuidado de almacenamiento de la mercancía, la seguridad de los adultos, la participación en extorsiones y secuestros. Una enorme cadena delictiva y delitos conexos.
La respuesta de varios asambleístas no se hecho esperar, ya se habla de incrementar las penas para los adolescentes. Quizás hasta 20 años. El Salvador ya lo hizo, desde 2022, van 2000 adolescentes detenidos, en igualdad de condiciones que los adultos, para los involucrados en delitos violentos.
Surge la pregunta: ¿Endurecer los años de privación de la libertad para adolescentes será suficiente para detener el reclutamiento de adolescentes y niños desde los 11 años por parte del crimen organizado? Será quizás una nueva búsqueda de una constelación autoritaria en un país cuya justicia está rota.
Presidenta del Consejo Directivo del Instituto Interamericano del Niño y Ex Ministra de Inclusión Económica y Social. Ha desarrollado su trabajo profesional en varias instituciones como el Consejo Nacional de Menores, Centro de Capacitación y Formación de Educadores de la Calle, UNICEF, Instituto Nacional de la Niñez y Adolescencia.