Sanar a la ciudad, al país

Sanar a la ciudad, al país

Wilson Merino

Cuando pensé en escribir esta columna, me preguntaba cómo debía titularla para que englobara todo lo que representa vivir en el Ecuador y, específicamente, en Quito, que es donde he permanecido por este tiempo, desde que se desató la pandemia en marzo de 2020. Y, aunque somos un país pequeño, pero de una amplia diversidad, en esencia nos aquejan y compartimos los mismos achaques en los ámbitos político, económico, social y, ahora, sanitario.

Somos una sociedad enfermiza. Sí. Tenemos una salud débil y tendemos a enfermarnos con frecuencia. En parte, y aunque somos corresponsables, mucho, sino todo, la agudización de la crisis sanitaria fue efecto de la falta de políticas públicas y de gestión que debió priorizar el cuidado y la protección de la población. La salud como derecho humano, universal, como una política integral de Estado es algo que debió haberse concretado desde el día uno; sin embargo, las discusiones epidérmicas y superficiales de mala política y los mismos intereses de siempre, nos han llevado 2 años, 1 mes y 20 días después, a la misma posición de arranque.

En esta pandemia se dejó ver claramente la displicencia y desorientación de las autoridades: decisiones contradictorias e incoherentes, incapacidad del gobierno nacional de articular esfuerzos con los gobiernos locales, desinterés para subsidiar servicios fundamentales para la gente (pruebas PCR), falta de oportunidad para levantar cercos efectivos contra los contagios, excesiva permisividad en aglomeraciones innecesarias, en fin, una serie de errores que hoy, en el caso de Quito, nos tiene con la mayor cantidad de casos de Covid-19 de todo el país (nos acercamos a los 200.000). En este nuevo pico de infección, hay muchas interrogantes y cuando estas abundan, las consecuencias son evidentes.

Es decepcionante el manejo de la crisis sanitaria actual, que, en realidad, y desgraciadamente, solo es la punta del iceberg de un sistema que no pone en primer lugar la salud y educación de la población. La ciudad, el país. necesitan protección. En muchas cosas esenciales de la vida de los quiteños, de los ecuatorianos, la política los ha dejado solos. La salud debería estar garantizada para todos, pero no lo está. No se protege a los pacientes. No se vela por el personal sanitario, no se los cuida, ni se los empodera, muchas veces no se los forma ni se les paga como debe ser. Sin un plan de ciudad y una política integral de salud, que ponga en el centro a las personas, será muy difícil enfrentar la pandemia.

Ministerio de Salud

Aún no sabemos el impacto en términos de secuelas que dejará el paso de la variante Omicron en los diferentes grupos de edad. No tenemos evidencia real del impacto de casos de ansiedad y depresión como efecto directo de la pandemia. Recordemos que, a 2019, representaban el 20% de las consultas en las unidades de salud del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ). Seguramente a estas alturas, después de casi dos años de vivir esta horrible situación, ese porcentaje debe haber aumentado exponencialmente. No es sino de escuchar las frecuentes y más cercanas experiencias de familiares, amistades, personas conocidas que mantienen en sus hogares miembros seriamente afectados en su salud mental. Los confinamientos, las restricciones, la pérdida de la interacción en adultos mayores, el efecto devastador que supone el retraso en el proceso de aprendizaje efectivo por el cierre de escuelas durante esta pandemia, han minado la alegría y el optimismo en la ciudadanía, de las niñas y niños. Recuperar ese sol es una tarea titánica que debemos empezar a hacer. No es solo la Covid-19 y sus efectos. Son los daños colaterales. ¿Está viendo eso la clase política y las élites? Me gustaría creer que sí, pero lo dudo mucho, no alcanzan a mirar más allá de su nariz y de sus particulares intereses.

Quito, Ecuador, deben mirar hacia el futuro con un nuevo enfoque de salud, construido desde la comunidad, no para evitar enfermar solamente; sino para descubrir las mejores formas de prevención.

Desde la promoción y el liderazgo comunitario, el enfoque salutogénico permitirá a la ciudad y al país mejorar los indicadores de salud desde los espacios comunitarios.

Cambiemos al estático sistema de salud ecuatoriano a uno más dinámico. Que las personas no vayan al hospital ya cuando la enfermedad está avanzada y no hay nada que hacer. Vamos desde los centros de salud a la comunidad con promoción de la salud y prevención de la enfermedad. Mantengamos a la gente sana la mayor cantidad de tiempo que sea posible. Que sea un esfuerzo de todos, una apuesta colaborativa entre el gobierno nacional y el gobierno local, la empresa privada, la sociedad civil y los propios vecinos. Podemos darle vuelta a esta situación, lo hemos demostrado cada vez que enfrentamos una tragedia. Estamos viviendo una que no sabemos cuánto más durará. Mientras más rápido actuemos como equipo, mientras más nos enfoquemos en recomponer el tejido social, más defensas y más fortaleza tendremos para enfrentar lo que se venga. Estamos a tiempo aún.

Gestor social con amplia trayectoria en el emprendimiento, levantamiento de voluntariado y planteamiento de iniciativas innovadoras para la ransformación social. Obtuvo el título de Ingeniero Comercial por la Universidad de las Américas (2000-2005), y Máster en Dirección Estratégica y Gestión de la Innovación (2008-2009) por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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