Alondra Santiago
He iniciado este artículo varias veces. Me molesta un poco porque, según yo, la felicidad sería suficiente y estas letras se escribirían solas. Sin embargo, me he tomado el tiempo para asimilar lo que sucedió el #28A, una fecha que jamás olvidaremos y no lo haremos porque la historia del Ecuador, se escribió con mano de mujer.
¿Quién se hubiera imaginado que un miércoles de abril los derechos de las niñas y mujeres iban a ser liberados, respetados, considerados como parte fundamental de la sociedad, de una vez y por todas? Yo, perdónenme amigas, no lo imaginé. Ese día me levanté entre la decepción y la esperanza, y sé que a muchas les pasó. Estábamos preparadas para lo peor, porque, déjenme ser clara, tantos han sido los golpes y la violencia política, que nuestro puño estaba apretado, listo para seguir luchando, esquivando los insultos, el estigma, la desidia de un Estado que ha recaído permanentemente en la violación de los derechos de las mujeres y que ha hecho caso omiso a las recomendaciones internacionales para la eliminación de la discriminación en contra de nosotras.
Hasta ahora, el artículo 150 numeral 2 del Código Orgánico Integral Penal estipulaba que el aborto no sería punible únicamente si el embarazo es consecuencia de una violación en una mujer que padezca de discapacidad mental. Pero ayer, con 7 votos a favor, la Corte Constitucional, la misma que dos años antes aprobaba el matrimonio igualitario, declaró la inconstitucionalidad de este artículo en la frase “en una mujer que padezca de discapacidad mental”.
El 28 de abril, la Corte Constitucional liberó, por fin, nuestros úteros. Dispuso un plazo máximo de 2 meses contados desde la notificación de la sentencia para que el defensor del pueblo prepare un proyecto de ley que regule la interrupción voluntaria del embarazo en casos de violación, sobre la base de los criterios establecidos en esta decisión.
No les niego que tuve miedo. Pregunté a 3 abogados constitucionalistas, me inventé casos hipotéticos y me planteé escenarios donde esta decisión era revertida. No me juzguen, no es por ser negativa, es que nos han quitado tanto a lo largo de la historia, que cuidar lo que con dolor hemos conseguido, se ha convertido en nuestro modo de vivir.
En un artículo anterior, en esta misma revista, cuando hablé sobre la legalización del aborto en Argentina, recuerdo haber terminado diciendo que mi ilusión era intermitente, que no confiaba en que Ecuador se liberaría de una ley que ha permitido que 1800 niñas menores de 14 años paran cada año producto de una violación. Nunca antes había estado tan feliz de estar equivocada. Sucedió, lo cantamos, lo gritamos. La Asamblea Nacional ahora tiene un plazo máximo de 6 meses para discutir el proyecto de ley que regule la interrupción voluntaria del embarazo producto de una violación sexual. #SeráLey, carajo. No hay marcha atrás. Pero hasta que ya podamos ver la redacción, los elementos de regulación y la publicación, es necesario dejar en claro que la sentencia de la Corte Constitucional es de carácter obligatorio y de inmediato cumplimiento una vez publicada en el Registro Oficial, es decir, los cambios al numeral 2 del artículo 150 entran en vigencia automáticamente. Esto no solo beneficia de ahora en adelante a las niñas, adolescentes y mujeres violadas que decidan interrumpir su embarazo sino también a aquellas que ya estaban siendo investigadas o procesadas penalmente por haber abortado debido a un embarazo producto de una violación.
Pero ahora bien, con este triunfo también vienen grandes responsabilidades. Con tan solo legislaciones no se solucionan los problemas. No confiemos en que todo esté resuelto, si no, caemos en las mismas estructuras que mantienen y reproducen la violencia contra los más vulnerables, contra los vulnerados. A partir de ahora, se deben generar políticas públicas que no solo vengan del estado sino de todos los actores de la sociedad.
El sistema de justicia debe ser fortalecido. Nunca más este patrón violento que según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos deriva en la “impunidad sistemática en el procesamiento judicial y en las actuaciones en torno a casos de violencia contra las mujeres debido al hecho de que la gran mayoría de estos casos carece de una investigación, sanción y reparación efectiva”. Nunca más una policía ciega y sorda ante la violencia intrafamiliar. Nunca más una fiscalía que carezca de expertos en violencia de género, que prescinda de personal lo suficientemente empático para tratar denuncias de violaciones sexuales. Nunca más desigualdad jurídica. Que les quede claro que celebramos lo que hoy hemos logrado porque somos parte de la sociedad y construimos a diario nuestra propia cultura.
El próximo gobierno reconoció que respetará lo decidido por la corte. Empezamos bien entonces, reconociendo la laicidad del Estado ecuatoriano.
Pero este respeto debe, una vez que estén dirigiendo al país, convertirse en herramientas que aseguren el entorno de nuestras niñas para que ni una más sea abusada, violentada y revictimizada. Deben garantizar un sistema de salud absolutamente preparado para llevar a cabo los procesos quirúrgicos y aquellos que a la salud mental se refieren. Nunca más una niña sola, en clínicas clandestinas, muertas en las salas de operación de condiciones precarias. Nunca más una niña abandonada por el estado, porque ciertamente, nosotras, estaremos pendientes de que esto no ocurra. Ya nos escucharon, ya deberían estar acostumbrados a nuestra voz.
No nacimos sin causa, lo que pasa es que el tiempo , las estructuras y el patriarcado se empeñan en que no la veamos, en que la olvidemos. Pero son ellos los que se olvidan que nuestro nacimiento se da, no cuando el mundo nos ve a nosotras, sino cuando nosotras vemos al mundo. Nuestro nacimiento se da, como diría Beauvoir, cuando llegamos a ser mujeres. Vivimos en constante vigilancia, deconstruyéndonos a diario y reafirmando nuestra causa.
Ayer te vi Virginia.
Ayer te vi Lita.
Ayer te vi Ana, Lourdes, Aleida, Kath, Cecilia, Valeska, Aura, Jahiren, Tatiana, Daya, Ismenia, Mina, Thalíe, Cristina, Soledad, Emilia.
Las vi abrazarse, llorar, reír, suspirar. Ayer me vi, en ustedes.
Tengo la costumbre de terminar mis artículos citando a alguna canción que me haya inspirado. Este, lo hice pensando en nosotras miestras escuchaba a Natalia Lafourcade. “Nuestro corazón pega fuerte para gritar a los que no sienten y así, perseguimos nuestra felicidad” a través de la búsqueda constante de la libertad. Ese es, mis amigas, nuestro derecho de nacimiento.
Lo logramos, e iremos por más. Cuenten conmigo, siempre, para romperlo todo, para gritar, para amar, para luchar, cantar. No duden que estaré aquí, también, para contarlo.
(cubana radicada en Ecuador).
Licenciada en Periodismo Internacional
Licenciada en Actuación
Máster en Periodismo y gestión de comunicación.
Reportera de televisión y locutora de radio.
Articulista
Feminista, defensora de los derechos de las mujeres.