Consecuencias de un país polarizado

Consecuencias de un país polarizado

María Rosa Zury

Actualmente, el Ecuador atraviesa una contienda electoral de gran trascendencia, de hecho, una de las más importantes en las últimas décadas. El país enfrenta una pandemia mundial que amenaza la economía y, sobre todo, a su sociedad. No obstante, a la crisis social y de salud se le sumó la crisis del sistema electoral. Consecuencia de ello, el país cuenta con 16 candidaturas para los próximos comicios, el número más alto desde el retorno a la democracia en 1979.

La mayoría de los aspirantes representan a organizaciones y movimientos políticas que obtuvieron resultados negativos en las elecciones de 2017 y, por ende, sus posibilidades de ganar son bastante nulas. Sin embargo, a lo largo de esta campaña electoral han surgido entre los postulantes ciertas figuras que han captado la atención del votante. Es el caso de Yaku Perez de Pachakutik, Xavier Hervas de la Izquierda Democrática o el expresidente del club deportivo Barcelona, Isidro Romero. Estos tres personajes empiezan a sonar de manera constante entre las masas, en especial, el primero; pero se evidencia que esto no es suficiente para ganar el sillón de Carondelet.

Fuente: Primicias

La ciudadanía que reconoce que entre esos perfiles existen buenas opciones para el país, están seguros, en su mayoría, que este no es su momento. Y su justificación no tiene nada que ver con las propuestas de cada uno, al contrario, los ciudadanos se han convencido, gracias a una campaña incesante de polarización y de miedo que, en el Ecuador, solo existen dos opciones: el de “la revolución” o el “progreso”. Los precursores y beneficiarios de esa campaña tienen nombre y apellido. Por un lado, el exministro Andrés Arauz, representante del correísmo por Centro Democrático; y, por el otro, Guillermo Lasso del movimiento CREO, exlíder de la oposición en el gobierno de Correa.

Detrás de estos dos personajes se suman cientos de ciudadanos, académicos e incluso medios de comunicación quienes insisten en impulsar la polarización y regresar a un escenario electoral lleno de resentimiento e intolerancia.

Parecería que pasamos del 2017 al 2021, de un día al otro, en donde los candidatos de ambos bandos hacen caso omiso del periodo de gobierno incompetente de Lenín Moreno. Lo complicado de esa situación es que someten a los ciudadanos, indecisos y que no se sienten representados por ellos, a que elijan entre la dicotomía del “mal menor”. A ese mal llamado “voto útil”.

Sin darse cuenta que ese factor no necesariamente les beneficiará o cesará la polarización creada, al contrario, la agudizará.

Así, gane quien gane no tendrá las garantías ni la legitimidad necesaria para gobernar este país.

Además, por estar centrados en el pasado, han dejado de lado temas de relevancia nacional como la salud mental, la educación virtual o los nuevos cambios de la mano de la tecnología que el mundo exige tras la pandemia.

Teniendo en cuenta que las propuestas para enfrentar la emergencia sanitaria se han basado en proponer soluciones sin garantía -como el querer vacunar a toda la población- o, lo que es peor, ignorar la situación y centrarse en crear paradigmas económicos imposibles de lograr – como bajar el impuesto al valor agregado al 8%- se torna complicado creer que el futuro presidente del Ecuador tenga claro el panorama nacional que le espera en mayo 2021. Por lo que, es muy probable que, nuevamente, seamos testigos de discursos donde la responsabilidad se la abdica al Gobierno saliente.

En consecuencia, este es el escenario político – electoral que atraviesa el país, un panorama bastante decepcionante. Ante esa situación, es necesario analizar de manera más crítica y objetiva los últimos cuatro años que transcurrieron. Observar la lucha de poder que existe entre los dos bandos y dejar de lado, de una vez por todas, viejos caudillos, porque el problema del país no se centra entre “Revolución o progreso”. El verdadero problema está en las estructuras del Estado y en la sociedad apática a involucrarse en la política.

Necesitamos un nuevo pacto social que deje de lado la polarización y la intolerancia de los últimos 15 años; y, al mismo tiempo, dar oportunidad a nuevos actores políticos, eligiendo conscientemente, no por miedo y menos por una campaña negativa; sino teniendo claro que, entre las buenas intenciones de los candidatos, sus propuestas y la realidad, hay una gran brecha.

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Politóloga apasionada por la lectura, la escritura y la defensa de causas justas. Columnista en Diario La Hora. Ha colaborado en proyectos de inclusión educativa tanto en Ecuador como en Argentina.

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