Al lado

Al lado

Gabriela Moncayo

Ahora que estamos encerradas es importante decirlo: quienes están con sus abusadores corren peligro. Es algo de lo que no hablamos. Hay quienes crecimos creyendo que “en líos de marido y mujer nadie se debe meter”, cuando en la realidad no es así. Podemos salvar una vida si nos metemos.

Hace años, en el edificio donde vivimos, el esposo de una vecina le perseguía para golpearla. Ella corrió y se metió en la lavandería, mientras sus hijos lloraban y veían todo por la ventana. Él era un hombre alto y corpulento. Solo alcancé a ver a mi mamá agarrar una escoba, abrir la puerta y bajar corriendo; yo tenía miedo pero en el fondo sabía que era lo correcto. Le dijo que se detenga y se vaya, que había llamado a la policía. La escoba era porque, claramente, él podía hacerles daño a las dos; por suerte no hizo falta utilizarla. El hombre se fue y se separaron por un tiempo, después volvió y esa imagen se me quedó grabada en la cabeza.

Debemos meternos, porque tal vez ese día mi mamá le salvó la vida. No quiero imaginarme cómo hubiera terminado la historia si ella no habría sido una “vieja metida”.

Con esta acción, mi mamá me enseñó que la violencia no es privada, que siempre el lado correcto es el de la víctima, que callar es ser cómplice. En tiempos de coronavirus es importante que lo tengamos en cuenta, que estemos alerta y que denunciemos.

La gente suele decir, “se van a arreglar y después vas a quedar como metida”; pues si se llegan a arreglar ese no es tu problema, porque los desenlaces pueden ser múltiples: pueden seguir terapia, pueden conversar y arreglar sus problemas o, en el peor de los casos, pueden seguir igual y reproducir un círculo de violencia eterna. No debemos juzgarlos, pero debemos entender nuestra responsabilidad.

Fuente: LA RAZÓN.CO

El coronavirus debe ponernos en perspectiva, ahora que estamos obligadas a quedarnos en casa con nuestras circunstancias y nuestras realidades. Tenemos tiempo para mirar por la ventada, conocer al vecino de al lado y a quienes viven en la puerta de en frente desde hace años. La realidad nos ha dado tiempo para que estemos atentos no solo a nuestras necesidades, sino a las de los demás.

Las niñas y los niños nos están viendo; creo que esta es una lección fundamental. Cuando les decimos que la violencia no está bien y no hacemos nada, les damos mensajes confusos.

Si queremos dejarles un mundo libre de violencia es importante que sepan que hay que pararle el carro. Las víctimas deben saber que no están solas, que estamos con ellas desde nuestros espacios.

En Ecuador una llamada al 911 inicia el Protocolo de Atención a Víctimas de Violencia de Género. Esa información debería estar en nuestras cabezas siempre. Una llamada que puede salvar vidas, que nos compete a todos.

Entonces la próxima que seamos testigos, levantemos el teléfono y digámosle a la violencia que es nuestra obligación detenerla.

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Comunicadora Corporativa. Creo en la comunicación como la búsqueda del sentido colectivo. Activista en temas de salud.

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