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Catherine Torres Cabanilla

Cada 26 horas vemos un amanecer y un anochecer, algunxs tienen el lujo de ver a sus seres queridxs, otrxs de compartir comida, otrxs apenas alcanzan a respirar.

Cada 26 horas en Ecuador la misoginia elimina violentamente a mujeres. Las separa de sus familiares, madres, padres, hijxs, amigxs.

Cada 26 horas el Estado ecuatoriano decide mirar a un lado. Cada 26 horas, aproximadamente 17 millones de ecuatorianxs viven en un país donde gana la negligencia estatal y la violencia sistemática contra la justicia y una reparación integral a quienes el estado tiene la obligación de conceder.

Y cada 26 horas, a finales de 2022, en el tan esperado Gobierno del Encuentro lo único que  encuentran son justificaciones y vacíos en la ley para ganar su paz.

Quiero hacer acuerdo a quienes me leen, -principalmente si alguien dentro del gabinete actual alcanza mis letras-, el rol del Estado es asistir, prevenir y atender; y no queda más aclarar que a quien se tiene que garantizar estos tres roles es a la ciudadanía no a quienes laburan dentro de un Palacio o en alguna institución pública.

Sería lógico que alguien que dice llevar preparándose más de 10 años para hacer un “Ecuador mejor”, “un país de oportunidades”, y quien declaró que en 100 días todo se iba a solucionar tenga, por lo menos, un plan/proyecto de ley para instalar una política pública para luchar contra la violencia de género.

Comprendo que sea difícil entender el dolor cuando se vive en una burbuja de privilegios. Aun así, es fácil nublarse por la ambición de cumplir cada capricho. Como si esos privilegios y la ambición de querer más se vuelva una lista de cosas por cumplir (y no en el buen sentido). Este gobierno toma como bandera el “llegar al fin sin importar los medios”. Véase al fin como permanecer en el poder.

Sé que no estoy sola cuando digo que esto duele. Duele verme al espejo, reconocerme mujer y habitar en Ecuador. Duele levantarme y que una más esté muerta. Me desespera pensar que tal vez sea cuestión de días para que me toque a mi. Se me salen las lágrimas al imaginarme a mi mamá, hermanas y sobrina resistiendo en un país que le da la espalda a las personas por su condición de género -sin dejar a un lado condiciones de raza, clase, religión o cualquier cosa que no sea persona blanca de la élite del país-.

Es absurdo estar en desacuerdo con que el Estado Ecuatoriano es femi(ni)cida: inicios de octubre de 2022 y van (registradas) 206 mujeres sin vida.

Repito, 206 mujeres asesinadas.

206 mujeres a quien las mató la misoginia.

206 casos donde se incluyen 6 transfeminicidios y 115 feminicidios por delincuencia organizada.

206 ocasiones donde el Estado Ecuatoriano nos demostró que cuando de mujeres se trata, es mejor mirar a un lado.

El Estado es feminicida. Nos atacan en nuestras protestas, nos destruyen nuestros puentes y símbolos de memoria, resistencia y lucha a las hermanas que hemos perdido. Y como si fuese poco, ahora toda una institución la cual tiene como obligación protegernos: es lugar, cómplice y agresor de feminicidio.

Y creería yo que la muestra más grande de esto es ver como el Jefe de Estado se burla de nosotras, de Elizabeth Otavalo y de la memoria de María Belén Bernal al no molestarse en vestirse de negro en una cadena nacional llamando al país a luto; y comunicando que su medida de reparación es pedir la renuncia del Ministro de Gobierno -porque lo más fácil es cortar cabezas antes de asumir responsabilidad- y creánme que no quiero profundizar en el uso de la imagen de su esposa.

Es doloroso ser mujer en este país que nos violenta día a día. Habitar en un lugar donde es considerado normal que al día siguiente una de nosotras ya no esté, o donde primero se cuestiona nuestras acciones antes de las de nuestro agresor.

Sin embargo, es la primera vez que siento que no estamos solas porque realmente nos tenemos. Porque ante un payaso que juega a ser presidente hay miles y miles quienes estamos resistiendo y luchando para conseguir justicia, memoria y reparación.

No nos vamos a cansar. No vamos a parar. Y mucho menos nos van a callar.

Activista feminista, politóloga e internacionalista. Escribo para encontrar(me).

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