Doménica Estrella
Ser mujer en este país, genera miedo, inseguridad y tristeza. Ser mujer significa salir cada día de la casa sin la certeza de saber si vas a regresar. Ser mujer, ahora, es desconfiar hasta de tu propia pareja, porque sí, un asesino también se disfraza del amor de tu vida.
Ser mujer supone caminar sola en la calle y sentir pánico al ver un patrullero de policías. Y ser mujer también significa que, si te arrebatan la vida, la culpa nunca será del agresor, sino tuya, porque ¿qué hacía a esas horas de la noche fuera de su casa?, ¿por qué estaba vestida así?, ¿por qué no terminó su relación al primer grito?
El caso de María Belén Bernal, no es el primero en poner en el ojo público a la Policía Nacional, institución que un sinnúmero de veces ha demostrado ser corrupta, machista y violenta.
Y a pesar de que apaguen nuestras voces, hoy encendemos la lucha. Porque en nuestras mentes resuena un crimen de Estado, la crueldad de una entidad que juró “Servir y proteger”, una estructura decadente y un sistema injusto.
Hoy sin miedo, nos atrevemos a decir que la culpa la tiene el Gobierno, la Policía Nacional, los jueces, los fiscales. Hoy el pueblo entero exige justicia, por una mujer, una madre, una hija, aquella que fue asesinada en una escuela de policía, por un policía, todo esto encubierto por policías, para luego decir que cumplieron con su trabajo.
Porque María Belén Bernal Otavalo no es una cifra más, porque la impunidad no es una opción. Porque el gobierno del encuentro sigue sin darnos respuestas, porque hombres cómo Carrillo, Lasso, Ordóñez, solo siguen perpetuando la violencia sistemática.
El miércoles 21 de septiembre, convocados en la ciudad de Quito, cientos de ciudadanos y ciudadanas a un solo grito, pedían la renuncia del Ministro del Interior, Patricio Carrillo. Y acusaron directa y fuertemente a la Policía Nacional, “chapas asesinos” y “fascistas”, fueron las manifestaciones de un pueblo enfurecido, aquel que ha perdido la esperanza de sentirse seguro, porque resulta imposible confiar en aquellos que apoyan y encubren a una feminicida, porque escuchar gritos de ayuda y no actuar, siendo policía, además de ser un acto inmoral e inhumano, resulta un delito de omisión.
Porque si hoy salgo a la calle y me persigue un violador, encontrar un patrullero no es sinónimo de garantía, si hoy un miembro policial atenta en contra de mi integridad, llamar a la policía resulta incluso una contradicción, porque el juramento de servicio, se ha convertido en un pacto de silencio patriarcal que atenta en contra de la seguridad del pueblo.
El Estado es responsable del feminicidio de María Belén, los policías que torturan, asesinan, desaparecen, no son los únicos culpables, también lo son aquellos que ven y callan. Y ante eso solo nos queda unir nuestras fuerzas, nuestras voces y gritar por cada desaparecida, y exigir justicia, transparencia y reparación.
Estudiante de Derecho de la Pontificia Universidad Catolica del Ecuador. Activista, feminista, comprometida con la justicia social. Soy una persona responsable, creativa organizada, con el objetivo de ser una profesional de calidad, con aptitudes de honestidad y probidad.