Sougand Hessamzadeh
Cuando tenía 11 años viajé a Irán con mi papá. El viaje fue larguísimo, nos tardamos 27 horas, incluyendo una escala en Bonaire y otra en Ámsterdam, viajamos en KLM, la aerolínea holandesa de los aviones albi celeste.
Aterrizamos en Tehrán. Estaba cansada e inquieta, ya quería bajarme y extender mis piernas. Nos tardamos alrededor de 30 minutos en desabordar. En el ínterin del desbordaje, vi a una señora alta, rubia y de ojos cafés oscuros parada en la puerta de salida del avión junto a la azafata porque no la dejaban bajarse.
Le pregunté a mi papá: ¿qué pasará pa?
No me respondió verbalmente pero subió y bajó sus hombros, soltando un <<no sé>>. El también se intrigó.
Cuando estábamos en la fila para pasar migración y faltaban tres personas para que fuera nuestro turno, voltee a ver y la señora alta, rubia y de ojos cafés oscuros estaba a un metro de distancia, llevaba la cobija del avión sobre su cabeza (a manera de velo); me clavó los ojos fijamente, sonrió y haló con su dedo índice haciendo pinza con el pulgar, la “cobija hiyab”.
Ahí comprendí la razón por la cual no desabordó con “normalidad”. Nunca olvidaré esa escena…
¿Por qué alguien que no profesa el Islam tiene que usar hiyab obligatoriamente?
Y bueno, la respuesta es que Irán es un país teocrático, la religión islámica es ley suprema, pero no solo eso: tiene su propio intérprete (Ayatolá quien es la máxima autoridad religiosa chií), y por ello existe un código de vestimenta basado en la religiosidad, que todas las mujeres, absolutamente todas, deben cumplir una vez pisan territorio iraní.
¿Qué representa esa obligación?
En concreto, es una forma de demostrar y conservar poder por parte de los líderes religiosos, Ayatolá y Molás, que manejan el país a su antojo desde la revolución de 1979.
Son 43 años desde que Irán es una “República Islámica” que de República no tiene nada y de Islámica tampoco. Digo esto dejando a salvo que mis expresiones no vienen fundadas desde una mirada de vara occidental, sino todo lo contrario, lo digo desde la milenaria cosmovisión persa. Volviendo a la falacia de la “República Islámica”, insisto que no es ni lo uno ni lo otro, porque desde que el Ayatolá y Molás se instalaron en el poder (i) no existe una materialidad del principio democrático que obligue a la participación del pueblo en la toma de decisiones a partir de métodos que permitan una deliberación amplia e institucionalizada, (ii) porque esa ausencia de democracia (o aparente democracia -debo mencionar que la democracia no es un invento de occidente, según John Keane las primeras evidencias de asambleas comunitarias aparecieron justamente en lo que hoy es Irán, Irak y Siria-) ha limitado muchos derechos básicos y en consecuencia la dignidad humana; por ejemplo, el desarrollo de la personalidad y los proyectos de vida de los y las iraníes so pretexto de la práctica religiosa y el orden público.
Los fines egoístas y crueles del gobierno se alimentan de las libertades del pueblo iraní (principalmente de las libertades de las mujeres), por ejemplo: no se puede elegir libremente qué ropa usar, qué religión profesar, qué música escuchar, qué películas ver, qué bebidas tomar, cómo caminar en la calle, por decir lo menos.
Y para sostener este “orden” malévolo, la policía de la moral se encarga de reprender y “corregir” a quien se “desvía del camino”… así aprehenden a quienes a su parecer, están contraviniendo la moral “religiosa”. Lo malo es que no solo se trata de aprehensiones, sino de desapariciones y muerte.
Esta historia de perversión estatal ha llegado hasta nuestros días y busca perpetuarse, se pretende que cuando muera el Ayatolá sea su hijo quien ocupe el cargo, es decir una figura a la que podríamos llamar < monarquía islámica>, pero la historia persa y su cosmovisión no festeja ni adula la represión y la ausencia de libertad.
Por ello, hoy puedo decir que hemos llegado a un punto de quiebre: el 13 de septiembre de este año, Mahsa Amini, una mujer iraní de 22 años de edad, fue detenida por no usar “correctamente” el hiyab. La policía de la moral, la metió en una patrulla y la llevó a una comisaría para darle una charla “correctiva”. Entró viva a la comisaría y horas más tarde salió inconsciente, con daño cerebral; y, una vez en el hospital, estuvo tres días en coma. La golpearon y la patearon como bestias salvajes, como machos abusadores, sedientos de sangre de mujer. Producto de la brutal golpiza murió en el hospital. La mató la policía.
La mató la dictadura iraní pero el gobierno se encargó de encubrir el macabro hecho manipulando la información y forzando a los médicos a diagnosticarle una enfermedad congénita que desencadenó en su muerte; sin embargo, el pueblo fácilmente se dio cuenta de que este hecho no era responsabilidad de una enfermedad sino de un sistema de putrefacción que mata sin piedad.
Escribir esto me duele demasiado, me quema la sangre…
Y así como a mi, el dolor y ardor generó que se desaten protestas masivas lideradas por mujeres, en alrededor de catorce ciudades de Irán. Las mujeres con una valentía digna de admirar, han salido a las calles gritando la consigna “mujer, vida, libertad”… se han quitado el hiyab, e incluso los han quemado como símbolo de rechazo al régimen dictatorial. Se cortaron el cabello para decirle a la dictadura que no le temen y que son millones. A ellas se han sumado varías causas: ambientales, seculares, obreras, entre otras que bajo el liderazgo de mujeres resisten en las calles a pesar de saber que pueden morir, de hecho, afirman que salen para buscar una vida digna porque si no lo hacen igual van a morir.
El gobierno asesino iraní, con su régimen dictatorial y municiones de guerra, le ha robado los sueños y la vida a muchos jóvenes y niños/as… Exhibo unos pocos nombres:
Javad Pousheh, 11 años.
Setareh Tajik, 17 años.
Mohammad Reza Sarvari, 14 años.
Amir Mehdi Farrokhipour, 17 años.
Nika Shakarami, 16 años.
Sarina Esmailzadeh, 16 años.
Niños como yo cuando fui a Irán, con ganas de jugar y conocer el mundo, con preguntas sin fin para descubrir los misterios de la vida, la cuirosidad propia de niñas y niños… pero ellos ya no están más, porque nacieron en Irán y los abalearon por exigir un mínimo de derechos… por pedir no ser objetos.
Indico estos nombres exactos de quienes se ha podido identificar, pero existen miles de jóvenes y niños/as de quienes como río, ha corrido su sangre en las calles de todo Irán.
Quiero hacer énfasis en que, el sistema político actual ha utilizado al Islam como una herramienta para mantener su dictadura y en consecuencia engordar sus cuentas de banco.
¡El problema no es el Islam!
La prueba de ello es que muchos musulmanes apoyan las protestas porque también son víctimas de las nocivas interpretaciones y duras sanciones de los (asque)poderosos. Vuelvo a señalar que Irán ni siquiera honra su nombre de “República Islámica”, pues otra evidencia de esto es que el viernes pasado (día de descanso de musulmanes) de celebración religiosa las fuerzas armadas dispararon desde un helicóptero contra las y los fieles (Mujeres, niñas, niños, hombres) matando a 58 e hiriendo a casi 300 ¿Acaso les importa la fé de su pueblo? Pues claramente no.
La valentía del pueblo iraní tiene una historia milenaria, somos persas no árabes, lo cual culturalmente marca distancias radicales en la forma de ver y entender la vida. En un punto de la historia el Islam se impuso por la fuerza al pueblo persa y aunque ahora ya es parte de la cultura, repito, el Islam no es el problema, el tema es que lo han instrumentalizado para acumular y conservar poder a costa de vidas humanas y para crear un relato (desde occidente) que hace ver a todas y todos los musulmanes como si fueran lo mismo a la luz de un estereotipo y estigma agravado desde la caída de las torres gemelas en Nueva York.
Parece que para ciertas personas (en occidente) ya se ha normalizado el fanatismo y violencia por parte de radicales “Islámicos”, pensando que todas y todos nos matamos y vivimos de la sangre porque es “nuestra cultura”, pero que equivocados están. Ni árabes ni persas buscamos una vida de horror bajo ningún concepto.
La actual lucha social demuestra hartazgo, dolor y lágrimas de sangre. Por ello me atrevo a afirmar que: “Irán por ellos y vendrán con la libertad.”
PhD(c) en Ciencias Sociales por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla.
Máster Summa Cum Laude en Derechos Humanos, Interculturalidad y Desarrollo por la Universidad Internacional de Andalucía y la Universidad Pablo de Olavide; Máster en Argumentación Jurídica, Universidad de Alicante y la Univesitá Degli Studi di Palermo, Italia.
Diplomada en Género y Movimientos Feministas por la Universidad de Buenos Aires.
Abogada por la Universidad Internacional SEK.
Investigadora de delitos sexuales, femicidio y feminicidio en la Universidad Pablo de Olavide
Docente de pregrado y posgrado
Activista por los DDHH
Miembro de la Asociación de Abogadas Feministas del Ecuador
Directora de Proyectos y Alianzas Estratégicas de la Fundación Diacronía