Gustavo Vallejo
Quito, la urbe que supera los 2,6 millones de habitantes enfrenta viejos y nuevos problemas, propios de su desarrollo. Una breve pincelada sobre los viejos y nuevos problemas de la ciudad son necesarios para pensar en la capital como un espacio vivo, diverso, solidario, productivo, ecológico y humano, con una gestión pública eficiente, democrática y transparente, que incorpore a los ciudadanos en la construcción de las decisiones y deje de lado los sesgos patriarcales.
Los grandes problemas de la década anterior, como el alcantarillado, electricidad, vías de primer orden, agua potable, acceso a la salud, educación y una parte de recreación, han sido atendidos en gran medida; no obstante, aún existen y requieren una adecuada solución.
Los viejos problemas aún sin resolver están ligados, entre otros, al déficit habitacional a pesar de la existencia de 880 mil unidades habitables y al acceso a una vivienda propia. Un problema importante lo tienen las aproximadamente 324 mil familias que arriendan una vivienda; ya que ni el mercado, ni los entes reguladores, han evitado en varias ocasiones los altos valores de los arriendos, las condiciones inadecuadas de algunas viviendas y, en muchos casos, la no devolución de garantías.
La inseguridad sigue siendo otro de los problemas sin resolver, el Municipio hace únicamente obras de infraestructura logística, pero deja de lado el impulso a temas como la apropiación del espacio público; la no guetización y/o compartimentación de la ciudad; la multifuncionalidad de los espacios urbanos públicos; y las iniciativas productivas bajo la ecuación de que “a mayor empleo, menor delincuencia”.
Pero entre los nuevos problemas encontramos la deficiente recolección de la basura que, según información municipal, obedece a la imposibilidad burocrática de adquirir nuevas unidades de recolección mecánica de residuos.
No obstante, más allá de la solución coyuntural, seguimos con un modelo que no impulsa la participación de los ciudadanos en el reciclaje. Según estadísticas de Emaseo, apenas el 4% de los desechos se reciclan en la ciudad Quito, cifra que resulta muy inferior al 15% de la registrada en Bogotá. A esto último se suma la importancia de separar los residuos, sacar la basura en los horarios de recolección y tener conciencia ambiental. Uno de los problemas fundamentales en Quito es que no se da un papel más activo a recicladores, no se generan alternativas económicas que hagan ver al reciclaje como una fuente de empleo y producción, y no se establecen normativas para evitar el consumo de materiales contaminantes. Finalmente, a los ciudadanos poco les interesa que Emaseo EP tenga o no la capacidad de endeudamiento de nueva maquinaria o que los trámites en Sercop estén detenidos; lo que les interesa es que la basura se recoja con eficiencia.
Por otro lado, en lo que a movilidad se refiere, el uso del transporte público y la circulación de peatones y automotores es un problema creciente en Quito. El parque automotor supera las 600 mil unidades en una ciudad con ejes viales construidos en función de las limitaciones topográficas y de las autoridades de turno. Los trancones son de todos los días, y en función de esto, es momento de preguntarnos ¿hasta dónde va nuestra vocación por el automóvil particular? Porque además de incrementar el problema de movilidad, los combustibles generan contaminación no solo por el monóxido de carbono; sino también, por los aceites y otras partes que impactan de manera negativa al medio ambiente. Dentro de los esfuerzos que se han implementado para mejorar el problema de movilidad, el “pico y placa” es una medida de dudosos resultados, puesto que resulta insuficiente y las regulaciones gubernamentales seguirán teniendo resultados limitados si no se lo acompaña por un sistema de transporte público eficiente, seguro y próximo. En este sentido, el “Metro Q” es una opción para mejorar la movilidad en la ciudad; pero tocará a esperar los resultados de su implementación. Las alternativas que requieren de mayor trabajo de todxs lxs involucradxs incluyen: el uso de bicicletas; el uso de transporte privado compartido; el uso de transporte público; el uso del auto particular en momentos determinados, es decir, darle al vehículo un uso más responsable y eficiente, en donde, por ejemplo, no se compre en carro el pan en la tienda de la esquina.
Asimismo, la migración es uno de los problemas que actualmente preocupan a los quiteñxs, bajo la premisa de que los migrantes nos quitan plazas de trabajo y de que la inseguridad aumenta a raíz de esto. Empero, es necesario recordar que estos problemas están más asociados al crecimiento económico y a la construcción de patrones culturales, algunos ligados a la presencia de igualdad de oportunidades. Quito es una ciudad de migrantes –internos-, y la hospitalidad es una de nuestras características innatas. ¿Cuántos de nosotros no tenemos amigos o familiares migrantes en el extranjero? En este contexto, la migración debe ser vista como una oportunidad de construir una ciudad multicultural, diversa y más productiva; no como una amenaza. Por norma constitucional, es responsabilidad de los entes gubernamentales trabajar en políticas de inclusión y convivencia con los extranjerxs.
Existen otros problemas que también comienzan a aparecer, como es la gentrificación, misma que se evidencia en nuestra ciudad en las zonas que son o se han vuelto ¨exclusivas¨. Por ejemplo, en los valles y en el sector de La Carolina, los grandes proyectos inmobiliarios de una constructora generan el desplazamiento de sus habitantes, bien sea por la venta de sus terrenos o por el encarecimiento de la vivienda o locales comerciales en los precitados sectores. Desde la burbuja de lo privado, las constructoras definen el tipo de ciudad que estamos construyendo. Lo mismo sucede con algunos proyectos de recuperación del Centro Histórico y sus hoteles de lujo. Frente a esto, es necesaria la inversión de capitales en la ciudad; pero es urgente también, debatir el tipo de ciudad que queremos.
Otra preocupación latente es el acceso a alimentos sanos y de buena calidad, los mismos que hoy en día tienen un costo elevado. Existen pocas iniciativas privadas para la producción orgánica de alimentos, un tema que debería ser considerado como una política gubernamental, ya que está ligada al bienestar de la población. En este sentido, la agricultura urbana es una alternativa para la seguridad alimentaria, de bajo costo y alto impacto.
Finalmente, otros temas que deben incluirse y/o fortalecerse en la agenda pública son el mantenimiento de las fuentes de agua para la ciudad y el rompimiento de los moldes y estereotipos de lo que es ser hombre y ser mujer. En relación al primer aspecto, la política municipal debe garantizar la seguridad de los cordones protectores a los cinco sistemas de agua de Quito. Cabe recalcar que el incendio de las 680 hectáreas del Atacazo fue una alerta no solo a las autoridades; sino también a la población, que nos invita a ser más responsables con el uso del agua. Asimismo, en relación al segundo punto, se debe construir una ciudad con enfoque de género, la misma que va más allá de evitar el acoso a las mujeres en el transporte o espacios públicos, y busca priorizar viviendas para madres solteras y su respectiva atención médica. Este último punto requiere un cambio de actitud de la sociedad en su conjunto, puesto que hay que caminar hacia la igualdad de oportunidades en aspectos como el deporte, el trabajo y los salarios. Existe mucho por debatir y mucho por hacer.
Máster en Desarrollo Económico por la Universidad Internacional de Andalucía; especialista en proyectos por la Universidad Católica de Chile. Activista ecológico y sindical. Militante de izquierdas.