La libertad de expresión y la controversia de Fernando Savater

La libertad de expresión y la controversia de Fernando Savater

Heidi Galindo

Introducción

El despido de Fernando Savater del periódico El País ha desencadenado un intenso debate en el ámbito intelectual español. Savater, conocido por su influencia como filósofo y escritor, ha sido una figura influyente en dicho medio de comunicación durante años. No obstante, ha sido objeto de críticas dentro y fuera del periódico. Los directivos de El País, incluyendo a la directora Pepa Bueno, han justificado su despido argumentando que no fue “por sus ideas”, sino por ofender a la dirección del periódico, a los periodistas, especialmente las mujeres y a algunos colaboradores mencionados en su último libro, Carne gobernada (Ariel).

Es importante considerar que estas son interpretaciones de los motivos del despido de Savater por parte de los directivos de El País, y que otros pueden tener diferentes puntos de vista sobre el tema. Ante una figura que ha aportado significativamente en el ámbito intelectual y educativo, surgen interrogantes en torno a la libertad de expresión y la tolerancia a las voces disidentes en un mundo cada vez más polarizado. Este acontecimiento invita a reflexionar sobre el papel de los medios en la formación de la opinión pública y destaca una tendencia hacia la cancelación de perspectivas divergentes en el discurso público contemporáneo.

Además, la controversia en torno a Savater permite explorar el concepto de la homogeneización editorial y cómo esta puede afectar la pluralidad de opiniones en los medios. La salida de Savater de El País puede ser vista como un síntoma de una tendencia más amplia donde las voces críticas y divergentes son silenciadas, lo que empobrece el discurso democrático. Al examinar los significativos aportes de Savater como intelectual y activista por los derechos humanos, este artículo se propone analizar brevemente la relevancia de la libertad de expresión en la sociedad actual y su importancia ante las crecientes tensiones y susceptibilidades que caracterizan el debate público,

La homogeneización editorial y el caso de Fernando Savater

El despido de Fernando Savater de El País por ofender a los directivos del diario en una publicación independiente del autor, y no en el propio medio, no solo continúa generando opiniones encontradas en el ámbito intelectual español, sino que también ha puesto de manifiesto una tendencia preocupante hacia la homogeneización editorial en los medios de comunicación. Dicha homogeneización, desde una perspectiva sociológica, denota un fenómeno paradigmático en los medios contemporáneos, donde la uniformidad en la presentación de información y opiniones emerge como resultado de fuerzas interconectadas, tales como la consolidación de la propiedad mediática en manos de conglomerados selectos, la presión por mantener la viabilidad comercial y la influencia de agendas políticas.

En este contexto, la figura de Savater, conocido por su enfoque crítico, cobra especial relevancia. Ha sido una voz destacada en la defensa de los principios de la razón y la ilustración en sus escritos, desafiando las convenciones políticas tradicionales al cuestionar las etiquetas de derecha e izquierda, términos no absolutos que se encuentran interrelacionados en el panorama político actual. Este cuestionamiento fundamental de las etiquetas políticas establecidas es particularmente significativo en un momento en que la polarización política y la simplificación de las posturas son cada vez más evidentes en el discurso público.

Paralelamente, la concentración de la propiedad de los medios y la creciente influencia de intereses comerciales y políticos pueden ejercer un impacto significativo en la diversidad y pluralidad de voces que llegan al público. Según Jenkins (2016), la convergencia de diferentes formas de medios está cambiando la forma en que se produce y consume la información, lo que puede llevar a una uniformidad en el discurso público si no se abordan adecuadamente las prácticas de concentración mediática. Esta tendencia no solo menoscaba la calidad del debate público al restringir la exposición a una gama más amplia de perspectivas, sino que también plantea una amenaza directa a los principios fundamentales de la democracia al limitar el acceso a información y opiniones diversas, aspecto clave para una participación ciudadana informada y significativa en los procesos políticos.

Asimismo, Chomsky advierte que, la concentración de los medios de comunicación en manos de unas pocas corporaciones puede llevar a un estrechamiento de los límites del debate público, ya que tienden a promover intereses comerciales y políticos en lugar de servir al interés público.

Muchas de las grandes empresas de medios de comunicación están totalmente integradas en el mercado; las restantes son también objeto de fuertes presiones por parte de accionistas, directores y banqueros para que se concentren en cuestiones secundarias o poco comprometidas, puesto que las acciones de los medios de comunicación se han convertido en las favoritas del mercado… (Chomsky, 1998, p. 31).

Esta dinámica influye significativamente en la agenda informativa y editorial de los medios, erosionando la independencia y la capacidad de informar de manera crítica sobre asuntos de interés público. En el caso específico del despido de Savater de El País por sus críticas hacia sus directivos se pone de manifiesto no solo posibles presiones económicas sino cómo las normas y opiniones predominantes pueden llevar a los medios a tomar decisiones editoriales que limitan la libertad de expresión y la diversidad de opiniones dentro de la redacción. Este tipo de acciones no solo afectan la credibilidad del medio, sino que también plantean interrogantes sobre la verdadera autonomía editorial y su compromiso con la transparencia frente al público.

En última instancia, el caso del despido de Savater sirve como un recordatorio de la importancia de proteger y promover activamente la diversidad de opiniones en el espacio público para salvaguardar la libertad de expresión como uno de los pilares fundamentales de la democracia. Esto implica asegurar que los medios de comunicación cumplan con su responsabilidad ética y social de proporcionar una cobertura equilibrada y crítica de los acontecimientos políticos y sociales. Solo al fomentar un debate abierto y pluralista, donde todas las voces sean escuchadas y consideradas, se podrá avanzar hacia una sociedad más informada, participativa y justa, fortaleciendo así el tejido democrático y promoviendo un espacio público enriquecido por la diversidad de ideas y perspectivas.

Críticas a Savater

Savater ha sido objeto de críticas diversas a lo largo de su carrera. Algunos de sus detractores lo acusan de tener un enfoque simplista y elitista hacia los problemas sociales y políticos. Su insistencia en la educación y la cultura como solución a los problemas sociales, en la ilustración y la racionalidad puede parecer desconectado de las realidades materiales que enfrentan muchas personas, al no considerar adecuadamente las desigualdades estructurales y económicas.

Otra crítica recurrente contra el filósofo está relacionada con su postura sobre la religión. Savater es un conocido crítico del fundamentalismo religioso y ha argumentado que la religión, en sus formas más dogmáticas, es una amenaza para la libertad individual y el progreso social. En su libro, La vida eterna, sostiene que:

La verdadera educación frente a las religiones debería introducir un punto irónico en cualquier fe: su objetivo sería formar creyentes capaces de sonreír al identificarse como tales. Pero por lo visto esto resulta imposible porque, como ya advirtió Cioran, «todas las religiones son cruzadas contra el humor». (Savater, 2007, p. 45).

Para Savater (2007), las promesas de vida eterna que prometen las religiones no serían un argumento convincente para vivir de manera ética, pues considera que la moralidad debe estar basada en la responsabilidad con uno mismo y con los demás en esta vida, no en la promesa de una recompensa futura en el más allá.  Sin embargo, es acusado de simplificar el papel de la religión en la vida de las personas y de no reconocer sus aspectos positivos y su capacidad para proporcionar un sentido de comunidad y propósito.

Además, Savater ha sido atacado por su postura ante el nacionalismo y el separatismo. Sus críticos lo acusan de no reconocer las legítimas aspiraciones de autodeterminación y de simplificar un problema complejo que requiere un enfoque más matizado y empático. Sin embargo, este argumenta en su defensa que, los movimientos separatistas como el catalán y el vasco son excluyentes, además de una amenaza para la cohesión social y la democracia, considerándolos como anhelos retrógrados, antidemocráticos, antisociales, desestabilizadores; dañinos para la economía; etc. “El «nosotros» de los separatistas es siempre «no a otros». Y marca un regreso al tradicional caciquismo hispánico, que saboteó concienzudamente las promesas liberales y sociales de la democracia española en el siglo XIX y comienzos del XX” (Savater, 2015, p.23).

Savater sugiere que la insistencia en una identidad étnica pura es incompatible con los valores modernos de mezcla cultural y diversidad. Al hacerlo, los nacionalismos separatistas no solo debilitan la posibilidad de una unión europea efectiva, sino que también ponen en riesgo los principios de los estados de derecho, que se basan en la igualdad y la inclusión. “Los nacionalismos estatales dificultan seriamente la posibilidad de una unión europea efectiva y los nacionalismos separatistas comprometen los estados de derecho con reivindicaciones basadas en una supuesta identidad étnica que debe prevalecer sobre los inevitables mestizajes de la modernidad” (Savater 2019, p. 175).

Empero los ataques, la obra de Savater ha sido fundamental para promover un enfoque crítico y reflexivo en el análisis de la sociedad contemporánea. Sus escritos abordan cuestiones filosóficas, políticas y sociales desde una perspectiva humanista y racionalista. En este contexto, su enfoque crítico se centra en la necesidad de cuestionar las estructuras de poder y las ideologías dominantes que pueden limitar la libertad y la autonomía de los individuos.

La filosofía de Savater se basa en la defensa de los derechos humanos, la justicia social y la importancia de la educación como herramienta para el cambio social. Su obra Ética para Amador es un claro ejemplo de su compromiso con la educación y la formación ética de los jóvenes. En este libro, Savater aborda cuestiones éticas fundamentales de manera accesible y clara, promoviendo el pensamiento crítico y la reflexión moral. “La ética no es más que el intento racional de averiguar cómo vivir mejor” (Savater, 2011, p. 56).

En el contexto actual, la relevancia del discurso crítico de Savater es evidente. La sociedad contemporánea enfrenta numerosos desafíos, como la polarización política, la desigualdad económica, la crisis climática y la erosión de los derechos humanos. Estos problemas requieren un análisis profundo y reflexivo que vaya más allá de las divisiones políticas tradicionales y que promuevan una comprensión más amplia de los valores y principios éticos que deben guiar nuestras acciones y decisiones.

¿Hombre de derecha, de izquierda o intelectual comprometido con la razón?

Respecto a la etiqueta que vayas a llevar en la solapa mientras tanto haya de ser de «derechas», de «izquierdas», de «centro» o de lo que sea… bueno, tú verás, porque yo paso bastante de esa nomenclatura algo anticuada.

           Ética para Amador, Fernando Savater

 El enfoque de Savater se alinea con el liberalismo clásico, que enfatiza la libertad individual y la tolerancia. De ahí su preocupación ante las etiquetas políticas, que simplifican y limitan una realidad en extremo compleja, promoviendo el dogmatismo y la rigidez. En su obra, ha argumentado que estas categorías, originadas en el contexto de la Revolución Francesa, aunque conservan cierta utilidad, ya no son del todo adecuadas para capturar la complejidad del pensamiento contemporáneo y la diversidad de posturas ideológicas: “En casi todos los partidos mínimamente influyentes (dejemos de lado a los lunáticos, puros, incontaminados y afortunadamente irrelevantes), se mezclan hallazgos ideológicos de la tradición liberal, de la socialista, de la conservadora, etc…” (Savater, 2011, p. 165).

Mientras la derecha ha evolucionado hacia posturas autoritarias y excluyentes, insistiendo en políticas económicas neoliberales que han exacerbado las desigualdades sociales; ciertos sectores de la izquierda han caído en un dogmatismo que sofoca el debate y no tolera la disidencia interna ni las críticas. Este autoritarismo de la corrección política puede ser tan opresivo como el conservadurismo de la derecha, sofocando el debate y promoviendo una cultura de cancelación que amenaza la libertad de expresión y genera un clima de miedo y autocensura. En su libro Despierta y lee, Savater sostiene que ambas orientaciones políticas modernas han perdido su capacidad de autocrítica.

Como tantos de los que nos criamos y pasamos gran parte de la juventud bajo el franquismo, siempre me he considerado más bien de izquierdas. Hay que ser imbécil, abyecto o masoquista para vivir bajo una dictadura derechista y reaccionar de otro modo. Pero no por ello he sentido jamás la más mínima simpatía por las dictaduras de izquierda, fueran las de la Unión Soviética, China o Cuba. Conozco personas que vivieron o viven bajo tales regímenes y que me han confirmado lo obvio: que también en este caso hay que ser imbécil, abyecto o masoquista para haberlos padecido y sin embargo disculparlos. Lamentar el hundimiento de estos autoritarismos como el final de la utopía me parece tan poco cuerdo como tener nostalgia de las promesas radiantes del nazismo (Savater, 1998, p. 297).

Pero, en cambio, hoy asistimos a la puesta en escena de una paradoja persistente, los que dicen defender los valores humanos, caen en posturas maniqueas y son incapaces de señalar los errores de ciertas figuras o regímenes, pareciendo, más que militantes, feligreses fundamentalistas de cultos políticos. ¿Si un régimen cometiera una atrocidad contra su pueblo, cualquiera que este fuera, solo por autodefinirse de izquierda, queda por ello exonerado de crítica por parte de la comunidad internacional que se identifica con esta ideología? ¿No habría que actuar, ante todo, por un compromiso ético?

(…) los llamados derechos humanos … hoy para nuestra vergüenza colectiva, un catálogo de buenos propósitos más que de logros efectivos. Insistir en reivindicarlos al completo, en todas partes y para todos, no unos cuantos y solo para unos cuantos, sigue siendo la única empresa política de la que la ética no puede desentenderse (Savater 2011, p. 122).

¿Es posible establecer una crítica imparcial más allá de los sesgos de una ideología? Tal vez sea necesario asumir una postura libertaria para subrayar la necesidad de superar las divisiones políticas tradicionales y enfrentar los desafíos contemporáneos. Pero, ante todo, para enfrentar lo obvio, la necesidad de combatir la injusticia, venga de la orientación política que venga.

Isaiah Berlin, en su ensayo Two Concepts of Liberty, distingue entre la libertad negativa (libertad de interferencias externas) y la libertad positiva (capacidad de actuar de manera autónoma y autodeterminada). Berlin advierte que, ambas formas de libertad son esenciales para una sociedad libre y que la falta de una de ellas puede llevar a la tiranía (Berlin, 1958, p. 9). Esta perspectiva resuena con la visión de Savater, quien enfatiza la necesidad de proteger tanto la libertad individual como la responsabilidad social ante cualquier tipo de dictadura.

 Para mí ser de izquierdas es ante todo buscar la plena libertad política: pero una libertad que no solo emancipe a los hombres de las tiranías de los dictadores de cualquier tipo, sino también de la tiranía de la miseria (que proviene de catástrofes de la historia o de la naturaleza), de la tiranía de la ignorancia, de la tiranía de los prejuicios raciales o nacionales, incluso de la tiranía de un mercado que —como otras fuerzas modernas: la energía nuclear, por ejemplo— resulta indispensable para el desarrollo de las democracias contemporáneas, pero cuando funciona sin control social primero las contamina y mañana quizá las pulverice. (Savater, 1998, p. 298).

La crítica de Savater a las etiquetas políticas y su insistencia en la importancia de la libertad de expresión pueden ser vistas igualmente a la luz de la teoría de la justicia de John Rawls. Según Rawls, una sociedad justa debe garantizar la igualdad de oportunidades y la libertad de expresión para todos los ciudadanos. En su obra Teoría de la Justicia, Rawls argumenta que la justicia como imparcialidad es el principio fundamental para la organización de la sociedad: “Una sociedad que satisfaga los principios de justicia como imparcialidad se acerca en lo posible a un esquema voluntario, ya que cumple con los principios que consentirían personas libres e iguales en condiciones que son imparciales” (Rawls, 2006, p. 26). Esto implica que las instituciones deben ser diseñadas de manera que promuevan la igualdad y la libertad, permitiendo a los ciudadanos expresar sus opiniones sin temor a represalias.

Savater siempre ha mostrado una clara inclinación hacia la defensa de los principios democráticos. Su rechazo a las dictaduras de derecha se fundamenta en su experiencia personal y en su firme convicción de que ninguna forma de autoritarismo puede justificarse. Del mismo modo, ha expresado una crítica contundente hacia las dictaduras de izquierda, percibiéndolas igualmente como una amenaza para la libertad y los derechos humanos.

La participación del filósofo español en manifestaciones en apoyo a la libertad, como su marcha en las calles de Madrid en solidaridad con los cubanos que exigían la liberación de los presos políticos en Cuba en el año 2021, resalta no solo su firme compromiso con los derechos humanos y la libertad de expresión, sino también su excepcionalidad dentro del ámbito intelectual. Savater es una de las pocas figuras reconocidas en su campo que toma una posición activa y visible en la lucha contra las injusticias. Su presencia en estos eventos no solo amplifica el clamor de aquellos que sufren bajo regímenes autoritarios, sino que también establece un poderoso precedente e inspira a otros a alzar la voz en defensa de la libertad y la dignidad humana.

La cancelación y sus efectos en la libertad de expresión

… frailes y esbirros se unen en una inmunda amalgama

feroz contra el oficio de decir la verdad simple y rotunda.

                                        Reinaldo Arenas

La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar

libremente, pensar y hablar sin hipocresía.

                                                                                                                                      José Martí

 La cultura de la cancelación implica la retirada del apoyo a figuras públicas o empresas después de que hayan hecho algo considerado objetable u ofensivo, y esto plantea serias preguntas sobre los límites de la libertad de expresión y el papel de la disidencia en una sociedad democrática.

Pero, ¿podría ser entendida la cultura de la cancelación como una nueva forma de ‘tiranía de la mayoría’? Este concepto, desarrollado por Tocqueville en su obra La democracia en América, considera que, en una democracia, la mayoría puede ejercer una presión social tan intensa que puede coartar la libertad individual y sofocar la diversidad de opiniones. «La tiranía de la mayoría no deja más alternativas que la autocensura o la sumisión” (Tocqueville, s.f, p. 248). Es preciso que la minoría, expresa Tocqueville, oponga su fuerza moral entera al poder material que la oprime.

¿Es crucial defender la libertad de expresión, incluso frente a opiniones extremadamente controvertidas? Como ironizó Quino a través de su famosa viñeta de Mafalda, hoy pareciera más que nunca, que expresar una opinión equivale a practicar un deporte de riesgo. En el contexto actual dominado por la cultura de la cancelación, Savater cuestiona la creciente susceptibilidad ante opiniones sinceras, algo que él mismo ha experimentado como víctima reciente. Considera por ello que es un deber explicar con claridad lo que consideramos esencial. Este llamado a la autenticidad y a la transparencia en la comunicación refleja una preocupación por la integridad del discurso humano y su impacto en las relaciones personales y sociales.

Pero el postureo estético cada vez me resulta más indigerible. Cosa de los años, sin duda. Pienso que en un mundo en que tantos sufren por culpa de la traición de las palabras, ninguno debemos hacer piruetas (siempre con red, desde luego) con ellas y sobre ellas. Es nuestro deber explicar claramente lo que tenemos por imprescindible, aunque nos haga desmerecer a los ojos más ilusionados (Savater 2015, p. 43).

La capacidad de discutir libremente diferentes ideas es vital para el progreso y la innovación social. La censura, aunque a veces bien intencionada, puede sofocar el debate y limitar la diversidad de perspectivas necesarias para una sociedad saludable. La defensa de la libertad de expresión no implica aceptar todas las opiniones como válidas o correctas, sino asegurar que las ideas puedan ser debatidas y examinadas críticamente. Incluso las posturas más controvertidas deben ser escuchadas para que puedan ser refutadas o contextualizadas adecuadamente.

En este sentido, la educación es fundamental para alcanzar la libertad, la «Libertad es poder decir sí o no; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás; esto me conviene y lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo” (Savater, 2011, p. 54). Este argumento resuena profundamente en el contexto actual, la historia ha demostrado repetidamente que las restricciones a la libertad de expresión conducen a sociedades cerradas y autoritarias, donde la disidencia es castigada y el pensamiento crítico es suprimido.

La libertad de expresión es uno de los pilares fundamentales de un verdadero debate público, sin ella es imposible una rendición de cuentas efectiva de los poderes establecidos. John Stuart Mill, en su obra Sobre la libertad, argumenta que la libertad de expresión es esencial no solo porque permite la búsqueda de la verdad, sino también porque promueve el desarrollo del carácter y la autonomía individual. » Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad.” (Mill, 2021, p. 24).

La protección de la libertad de expresión está consagrada en numerosos tratados y constituciones a nivel global. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 19, establece que «todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión» (Naciones Unidas, 1948).

Sin embargo, los medios de comunicación actualmente enfrentan desafíos significativos, incluidos los cambios en el modelo de negocio debido a la digitalización, la presión de los anunciantes y las influencias políticas. Estos desafíos pueden llevar a la homogeneización del contenido y a la autocensura, comprometiendo su propia capacidad para cumplir su función crítica en la sociedad democrática.

Para resistir la homogeneización editorial y la cultura de la cancelación, es necesario promover una cultura de debate abierta y pluralista. Esto implica no solo defender la libertad de expresión, sino también fomentar un entorno en el que las opiniones controvertidas puedan ser expresadas y debatidas de manera constructiva. Sin un debate abierto y pluralista, las sociedades corren el riesgo de caer en el conformismo y la apatía. Esto puede llevar a la perpetuación de estructuras injustas y a la falta de innovación y desarrollo social. Es crucial fomentar un ambiente donde se pueda cuestionar, discutir y cambiar las ideas establecidas, promoviendo así sociedades más justas, dinámicas y resilientes.

El despido de Savater de El País en este contexto de cancelaciones pone de manifiesto cómo la polarización social, los alineamientos a ciertas corrientes políticas y la evitación de controversias puede llevar a decisiones editoriales que socavan la diversidad de opiniones. Es fundamental que los medios de comunicación mantengan su independencia y su compromiso con la verdad y la justicia. George Orwell, en su ensayo «La libertad de prensa», escrito como prólogo no publicado para Rebelión en la granja, expresó: «Si la libertad significa algo, significa el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír” (Orwell, 1945, p. 1). Para lograr esto, es esencial que tanto los individuos como las instituciones trabajen juntos para promover un entorno en el que todas las voces puedan ser escuchadas y valoradas, independientemente de cuán controvertidas o impopulares puedan ser.

Conclusión

El despido de Fernando Savater de El País y la controversia que lo rodea son un reflejo de los desafíos contemporáneos a la libertad de expresión y la calidad del debate público. En una era de creciente polarización y censura, es más importante que nunca defender los principios fundamentales de la libertad de expresión y promover un entorno de debate abierto y pluralista.

La homogeneización editorial y la cultura de la cancelación representan amenazas significativas para la diversidad de opiniones y la calidad del debate público. En este contexto, el legado intelectual y crítico de Savater proporciona una guía valiosa para enfrentar estos desafíos. Su defensa de la razón, la justicia y la libertad subraya la necesidad de proteger y promover un entorno en el que todas las voces puedan ser escuchadas y valoradas, independientemente de cuán controvertidas o impopulares puedan ser.

Es esencial que tanto los medios de comunicación como la sociedad en general se comprometan a defender la libertad de expresión y a resistir las presiones de la homogeneización editorial y la cultura de la cancelación. Solo a través de un compromiso colectivo con estos principios podemos asegurar que la democracia florezca y que la justicia y la igualdad sean alcanzadas para todos.

Referencias

  • Berlin, I. (1958). Two Concepts of Liberty. Oxford: Clarendon Press.
  • Chomsky, N. (1998). Los guardianes de la libertad. Barcelona: Crítica.
  • Jenkins, H. (2019). Convergence Culture: Where Old and New Media Collide. NYU Press.
  • Mill, J. S. (2021). Sobre la libertad. Versión PDF. Recuperado de: Mill – Sobre La Libertad.pdf (archive.org)
  • Naciones Unidas. (1948). Declaración Universal de los Derechos Humanos. Recuperado de: https://www.un.org/en/about-us/universal-declaration-of-human-rights
  • Orwell, G. (1945). La libertad de prensa. Londres: Secker and Warburg.
  • Rawls, J. (2006). Teoría de la justicia. Harvard University Press.
  • Savater, F. (2015). Contra el separatismo. Barcelona: Ariel.
  • Savater, F. (2011). Ética para Amador. Barcelona: Ariel.
  • Savater, F. (1998). Despierta y lee. Madrid: Espasa-Calpe.
  • Savater, F. (2007). La vida eterna. Barcelona: Ariel.
  • Savater, F. (2019). Política para Amador. Barcelona: Ariel.
  • Tocqueville, A. (s.f.)). La democracia en America. Versión PDF. Recuperado de: Microsoft Word – Tocqueville Alexis De – La Democracia En America.DOC (suneo.mx)
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Licenciada en Filosofía, Universidad de La Habana; Docente de Filosofía y Sociedad y de Estética o Filosofía del Arte, Universidad de La Habana (‪2008-2014‬); MSc. Desarrollo Social; Centro San Juan de Letrán, colaboración con Universidad Católica de San Antonio de Murcia, España; Msc. Filosofía y Pensamiento Social- FLACSO – sede Ecuador-en curso; Consultora política independiente; Coordinadora Académica Instituto Nacional de Educación Laboral, Ecuador.

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