Dejar morir a la reina para que subsista el rey

Dejar morir a la reina para que subsista el rey

El abandono de la extracción petrolera en el Ecuador visto como una oportunidad antes que como un perjuicio.

Jimmy Eduardo Marchan B.

Conocí el Yasuní a inicios de la década del 90, en el siglo anterior a este. Fue de una manera que podría llamar casual. Había intentado ser empresario en Quito y luego de un estruendoso fracaso, la policía me perseguía comandada por un agiotista que, ventajosamente nunca logró llegar a la selva. Tome el primer trabajo que, como antropólogo, se me posibilitaba. Fue una bendición: vivir en medio del espacio mas inexpugnable del Ecuador y que había estado por siempre ahí, a través de decenios y milenios, con toda su biodiversidad contenida, en medio de glaciaciones, de altas temperaturas del planeta y en general bajo cualquier condición.

Porque el Yasuní es eso, una especie de refugio en donde animales y plantas por millares evitaban que los cambios del planeta los destruyeran simplemente y donde podían evolucionar, cambiar, mutar sin demasiado apuro. Fue en este sentido, también un refugio para mí, y me permitió conocer y entender algo que ahora se discute mucho y que es nebuloso para millones en el Ecuador: si convenia dejar de explotar el petróleo o no convenía hacerlo. Ya la decisión esta tomada pero quedan las dudas en muchos y las certezas de haber cometido un grave error en bastantes también.

Quienes dudan sobre esta decisión, sobre su conveniencia, arguyen que son 55.000 barriles de petróleo diarios, que transformados a dinero hacen una cantidad gigantesca, muy necesaria para lograr que el Ecuador por lo menos se mantenga en este momento en que sucesivos gobiernos liberales y neoliberales han provocado casi una quiebra.

De entrada, esto se ve bastante contradictorio: arrasemos con lo que nos queda para que quienes ya nos arrasaron a nosotros no puedan tener el gusto de vernos perecer definitivamente. Resulta hasta cómica esa forma de lógica actual. Lo que nos han hecho no merece de nosotros más que hacer lo mismo con la naturaleza más exuberante que existe en el planeta.

Y que, además, casi se nos empuje, se nos obligue a adoptar esa forma de pensar, en base de argumentos falaces como aquel de que no se van a poder sustituir los recursos económicos que proveía el bloque 43. Ese argumento, no es verdadero y ni siquiera voy a discutir los montos que se menciona para poderlos desarmar. Ese dinero se puede sustituir al menos con las siguientes medidas:

  1. Establecer a corto y mediano plazo, la recuperación mejorada de pozos antiguos situados más hacia el norte de la Amazonía, dentro de zonas que ya fueron degradadas desde la década de los 70 del siglo anterior.

    Para quienes no conocen de esto, habría que decir que la recuperación mejorada es la técnica petrolera que acelera la explotación de un pozo antiguo, que por ello ha visto ya su declinación en términos de cantidad de barriles producidos. Se conduce al pozo a producir más barriles en detrimento del tiempo de duración de esa producción. Varios podrían creer que esto es perjudicial también para el país porque el tiempo del negocio se reduce, pero eso no es tomar en cuenta que a nivel mundial la explotación petrolera va a empezar a declinar y ser sustituida por energías no basadas en combustibles fósiles.

  2. Sin embargo, la anterior es solo una solución de corto plazo, pues la responsabilidad absoluta de la humanidad no solo es con el Yasuní, sino también con todo el resto del planeta.

    No podemos seguir inundando de CO2 y otros gases de efecto invernadero la atmosfera de la Tierra. Eso solo nos conducirá a la extinción de casi toda la biodiversidad actual y, quizá, hasta de nosotros.

    Dentro de los escenarios construidos por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) existe uno, el peor de todos y al que nos acercamos peligrosamente, que se denomina RCP 8.5.

    En ese escenario, la temperatura del planeta se estaría incrementando entre 3 y 4 grados celcius, lo cual provocaría todo tipo de eventos climáticos catastróficos, la pérdida del 90% de la biodiversidad del planeta, la pérdida de la base alimentaria de la humanidad y, por consiguiente, el decrecimiento de la población hasta ubicarla en un 50 % de la actual.

    Por eso es imperativo no seguir con la energía basada en combustibles fósiles, no seguir con el negocio petrolero. Necesitamos un viraje inmediato e inédito para lograr controlar todo esto y que el RCP 8.5 no se instale. En ese sentido debemos avanzar, en un Ecuador parte del mundo, con derivar la actual producción petrolera hacia la industria petroquímica, es decir hacia la elaboración de plásticos y de fertilizantes. Ambos productos tienen sus bemoles y sus peligros, pero en ningún caso de la dimensión y la inmediatez que la de los combustibles.

  3. El desarrollo de una industria energética basada en hidroelectricidad. Esto no es posible en cantidades adecuadas en todo el mundo, pero en el Ecuador, en un balance entre población y geografía, es superavitario.

    Podemos desarrollar gran cantidad de hidroenergía, basada en muchas pequeñas y medianas centrales sumadas a pocas centrales grandes, con el fin de no tener un impacto ecológico mayor y no manejable. Esa sola sustitución lograría hacer del país un pionero en el uso energético, y lo que es más, en el desarrollo de tecnologías adecuadas para esa sustitución.

  4. Si se logra un desarrollo pleno de fuentes energéticas hidroeléctricas y se las complementa con otros tipos de energías limpias (eólica, solar, geotérmica, etc.), podríamos finalmente avanzar al desarrollo de industrias altamente demandantes de energía como son la industria petroquímica, la industria siderúrgica y la industria del transporte (metros, tranvías, trenes elevados, trenes eléctricos, autos eléctricos).

    La sola sustitución del trasporte público en las ciudades hacia metros, tranvías y trenes elevados, crearía un gran impacto económico en el Ecuador.

Otro de los argumentos, también falaz, decía si recuerdo bien, que el momento en el que se abandone el bloque 43, ese territorio iba a ser devastado por madereros y colonos y hasta mineros, sin más. ¿Que nos querían decir los trabajadores petroleros? ¿Que solo su llegada a esos sitios aseguro su persistencia? Y si es así, ¿cómo es que sobrevivió el Yasuní antes de su llegada?

Lo que nuestros amigos trabajadores, porque realmente son amigos en muchas otras cosas, no nos dicen, quizá por su propio desconocimiento, es que antes de su llegada esos sitios se preservaron por milenios y que nadie los llego a amenazar, en ninguna época, debido a lo inexpugnables que son y a que han estado aislados siempre.

Haciendo un parangón, así como siempre estuvieron aislados de las glaciaciones y cambios climáticos, por lo cual se evito la extinción de esa biodiversidad y los constituyo en espacios desde los que se volvió a generar un poblamiento de especies en el planeta, cuando las condiciones climáticas adversas desaparecieron.

La verdad es que, en la actualidad, si existen amenazas como las mencionadas pero debido a que las vías de comunicación desarrolladas por la industria petrolera han hecho posibles penetraciones que antes no eran viables. Existe un caso icónico para explicar esto, el bloque petrolero 16, que se encuentra dentro del Yasuní. En este bloque, desde el inicio de su desarrollo la petrolera Maxus decidió no instalar un puente en el Rio Napo para dar acceso a la zona. Trasladó toda su maquinaria y personal en gabarras, barcazas y lanchas rápidas, todo lo cual evito que las zonas fueran degradadas porque evito la penetración de poblaciones. Pues el petróleo tiene un efecto en extremo pernicioso: crea una distorsión económica tan grande que, literalmente, arrastra poblaciones detrás suyo.

Mientras en estas zonas hay un déficit estructural de moneda, no de recursos, la petrolera llega con cantidades descomunales de dinero, lo cual atrae a todo desheredado de la tierra a estos sitios y luego, cuando la petrolera se va, ellos se quedan, y transforman en dinero, el dinero que ya no provee el petróleo, todo lo existente: animales, árboles, plantas, ríos, todo en absoluto.

En el bloque 16 se evitó esa penetración hasta ahora porque aun no se va la petrolera y porque sigue sin existir un puente y porque hay mucha vigilancia pagada. ¿Pero y después? ¿Cuándo al Estado se le ocurra que lo mejor es hacer el puente para atender a las poblaciones instaladas en los alrededores? De hecho dentro del bloque petrolero, ya existe una vía interna, la Vía Maxus, que luego servirá para el desplazamiento de las poblaciones externas y que, ahora inclusive, ya sirve para que las poblaciones Waorani y Quichuas se trasladen de uno a otro lejano sitio para cazar sus animales predilectos. Antes lo hacían solo en sitios cercanos, lo cual limitaba el impacto en las poblaciones animales pero ahora, con la vía, es posible ir de un extremo a otro y el impacto debe ser ya fuerte.

Como se ve, en el bloque 16, la petrolera impide y la petrolera permite, las dos realidades se encuentran una al lado de la otra y son susceptibles de comparación. Y es claro que estas condiciones las crearon las petroleras, no otros, y que tras su salida, lo más probable es que mucho sea arrasado. ¿Es entonces el cuidado de las petroleras lo que preserva el Yasuní? Claramente no.

Durante los años que permanecí ligado al Yasuní y en otros espacios dentro de la Amazonia del país, siempre noté el contraste entre los que llegábamos allá como empleados de una petrolera o de alguna ONG, los espacios de los que procedíamos y, por otro lado, el enorme bosque primario de estos sitios y también sus habitantes.

Éramos muy diferentes, la diferencia radicaba, básicamente, en que allá nadie sufría, ni de hambre, ni de estrés, ni de obligaciones, ni de apuro. Todos pasaban sus horas con mucha calma en espacios enormes en los que una de las dificultades más apreciables era encontrar cotidianamente otros seres humanos.

Debo confesar que las primeras veces resultaba casi insoportable: nunca ver un periódico, nunca ver TV, nunca oír siquiera una radio. Tener la sensación de que el exterior había desaparecido de tanto no saber nada de él. Es como el dolor de una metamorfosis, de convertirte en araña, a lo Kafka, siendo inicialmente ser humano.

Enorme dolor, causaba mucha tristeza y temor, pero al final, completada la metamorfosis de abandonar el bullicio, el apuro, el sinsentido de las cosas, uno lograba apreciar lo que quienes vivían ahí apreciaban, es decir, la calma, la falta de estrés, lo imperturbable de las cosas, lo imperturbable de la naturaleza, de animales y de plantas.

El título de este escrito es: “Sacrificar la reina para preservar al rey”, algo que se hace en el ajedrez como estrategia para finalmente ganar una partida. La partida de preservarnos como especie y de preservar nuestro entorno natural, es bastante más grande que la mayor partida de ajedrez, pero las lógicas son las mismas: no cometamos el sinsentido y el horror de sacrificar todo lo que hay en el planeta, todo lo que asegura nuestra persistencia y, en el caso del país, no sacrifiquemos el Yasuní y el resto de la selva ecuatoriana (nuestro rey), tan solo por el objetivo de tener algo de energía barata o algo de papel moneda. Eso se puede sustituir, como se ha demostrado, hay alternativas para sustituir esos recursos monetarios. Solo tenemos que aceptar la obligación y el deber de trabajar arduamente por ello.

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Antropólogo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Maestrante en Cambio Climático por la Universidad Andina Simón Bolivar (UASB). Experto en culturas amazónicas y Vicepresidente de la Conferencia Plurinacional e Intercultural de Soberanía Alimentaria (COPISA).

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