Tamara Idrobo
Al ir al baño me percaté que mi ropa interior estaba manchada. Era una pequeña mancha marrón.
Al día siguiente, esa mancha marrón era más oscura y en cuestión de un día se convirtió en sangre. En ese momento supe que mi primera menstruación por fin había llegado.
Tenía 14 años y a pesar de que estaba preparada e informada para asumir lo que iba a pasar en mi cuerpo, no deje de sentir la inquietud que significaba para mí menstruar, puesto que mi cuerpo me estaba dando la señal clara de que mi niñez se quedaba atrás. Sin embargo, sentí ansias de poder dar la bienvenida a mi adolescencia y a todo lo nuevo que vendría.
Recuerdo sentirme muy fastidiada durante mis primeras menstruaciones pues no podía dormir como antes porque no importaba la posición que adoptara la sangre corría por todos los rincones de mi ropa interior hasta llegar a manchar mi ropa, las sábanas y hasta el colchón de mi cama. Durante el día tampoco era cómodo porque no podía hacer todas las actividades libremente. Guardo todavía esa remembranza de tristeza que tuve al darme cuenta de que iba a tener que vivir con esta incomodidad mensual por muchos años más.
Quizás, esta vivencia no se asemeja a la de muchas niñas en el Ecuador que desconcertadas, experimentan su primera menstruación. Si bien este es un proceso natural y cíclico en nuestros cuerpos, no deja de ser un proceso corporal que demanda de cuidados físicos, emocionales y del uso de productos de higiene personal.
Los productos de salud e higiene menstrual como son: las toallas sanitaras, los tampones, la copa menstrual entre otros, son productos que cuestan dinero y a los que niñas, adolescentes y mujeres de sectores económicamente oprimidos les resulta difícil -y a veces hasta imposible- acceder.
Los costos de adquisición de estos productos es un gasto más en el presupuesto de las familias ecuatorianas. Va de la mano con las características de cada familia, de cada ciclo menstrual de cada niña, adolescente y mujer ecuatoriana de dichas familias.
En un país donde hay familias que no tienen dinero ni recursos para comer y que sobreviven con menos de dos dólares al día, tener que gastar en promedio 1,25 a 1,50 dólares por un paquete de toallas sanitarias que tienen entre 10 a 12 unidades resulta altamente costoso.
Una niña, adolescente o mujer puede llegar a utilizar de promedio tres o cuatro toallas durante el día. Para la noche existen las toallas sanitarias nocturnas como producto específico y que cuestan de promedio 2,10 dólares el paquete de 8 unidades. El flujo menstrual suele durar entre 5 a 7 días. Hay a quienes tienen menstruaciones de menor o mayor duración y con menor o mayor flujo.
Ahora, si en el hogar hay más de dos o tres mujeres, el gasto de adquirir productos de higiene menstrual resulta ser inalcanzable. Y eso que no estoy mencionando el costo de productos como los tampones que son más caros y, por ende, menos accesibles.
Esta realidad hace que adquirir los productos para la higiene menstrual sea un verdadero lujo para cientos de miles de niñas, adolescentes y mujeres en Ecuador, por lo que debería ser catalogado como un derecho humano.
El mercado de productos de higiene menstrual en la actualidad ofrece muchas alternativas. Existen montones de opciones en marcas, formas y modelos de toallas sanitarias, tampones y hasta existen productos hechos de algodón lavables y reutilizables. También existe la copa menstrual, que cuando yo la utilicé sentí que era una de las alternativas más maravillosas para conocer, conectarme y atravesar mis menstruaciones. Sin embargo, productos como éstos no son muy accesibles en el Ecuador y pueden que no sean una opción para muchas.
Nuestras menstruaciones son cíclicas y muy personales. También hacen parte de nuestra salud sexual y reproductiva.
Nuestras menstruaciones aparte de ser una experiencia corporal que pueden significar malestar, dolor, sangrados abundantes, incomodad, manchas en nuestras ropas y camas, también afectan nuestra vida emocional.
Nuestras menstruaciones nos invitan a conectarnos con nuestro cuerpo a través de los ciclos hormonales que tenemos y así, aprender a escucharlo, sentirlo y conocerlo.
Pero, en un país como el Ecuador, menstruar no es un proceso ni aceptado, ni reconocido, ni cuidado, mucho menos protegido y/o acompañado.
En nuestro país acceder a los productos de higiene menstrual es un privilegio.
La realidad nos muestra que en una sociedad donde hay una escasa o una ausencia de información de educación sexual integral da como resultado que muchas niñas o adolescentes, especialmente de las zonas rurales y abandonadas por el Estado, se enfrenten a la menarquia con un desconocimiento que las lleva a envolverse de miedos y ciertamente, de infinitas incomodidades.
En este contexto, la Asamblea Nacional del Ecuador discutió recientemente el Proyecto de Ley de Salud e Higiene Menstrual. Yo personalmente me opuse al archivo de este proyecto de ley, porque consideraba que era necesario que la Asamblea mantenga el debate vigente y que por medio de este debate, se busque las posibilidades de que en un futuro se pueda contar con un presupuesto para subvencionar el costo de productos de higiene menstrual para las niñas, adolescentes y mujeres de las poblaciones más vulnerables.
Desde mi feminismo, considero que la Asamblea Nacional debe mantener las propuestas de leyes que busquen salvaguardar y garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las niñas, adolescentes y mujeres ecuatorianas, en el que obviamente se debe incluir este proyecto de ley que garantice el acceso a productos de higiene menstrual.
Este proyecto de ley presentaba una limitante: no tiene un presupuesto asignado. Esto se traduce en un aumento de un gasto público que no está presupuestado. Cuestión no menor. En términos puramente técnicos, este proyecto de ley no tenía futuro alguno de ser implementado.
Pese a esto, yo me mantengo en que la Asamblea Nacional debe presentar todo proyecto de ley que garanticen acciones reales, tangibles y concretas para el bienestar de las niñas y mujeres ecuatorianas.
Considero además, que es imperante mencionar que el Ecuador en la actualidad está sometido a los vaivenes de un gobierno sin rumbo. Un gobierno que ha demostrado que poco o nada le importa el bienestar de las niñas y de las mujeres. Me baso en realidades que van desde el infame veto presidencial a la ley de acceso al procedimiento de aborto por violación, hasta la decisión del recorte presupuestario de 6 millones de dólares para el año 2023 del ahora “flamante” pero bastante inservible Ministerio de la Mujer.
Parte de las luchas feministas se centran en defender los derechos a vivir vidas plenas y saludables. Pero mientras existan cientos de miles de niñas, adolescentes y mujeres ecuatorianas que no puedan experimentar sus menstruaciones como un proceso natural y cotidiano y acceder a los productos de higiene, ellas no vivirán vidas plenas ni saludables.
Mientras no exista un verdadero interés del Estado ecuatoriano por comprender la realidad que ellas enfrentan todos los días en un país que las violenta, las ignora y hasta las asesina. Hablar de salud menstrual es un motivo más de lucha para las nosotras las feministas.
Nos queda claro también que, mientras no exista una real voluntad política desde el gobierno nacional que permita garantizar y asegurar el presupuesto que se requiere en la asignación de subvenciones de productos de higiene menstrual, nada o poco se podrá hacer.
Mientras esto ocurra, las y les invito a mantenernos firmes para exigir que debates como éstos sea constantes. Estoy convencida que, si bien la presentación del Proyecto de Ley de Salud e Higiene Menstrual no llegó a buen puerto, el hecho de que lo hayamos debatido como sociedad es ya un avance más y es un paso dado que ha dejado huella para mantener estas exigencias y demandas.
La llegada de la menarquia marca el inicio de la vida reproductiva. La menstruación temprana puede llegar a los cuerpos de niñas de edades de entre 8 a 10 años. La menstruación no es ni debería ser una razón para someter, ocultar y avergonzar a niñas, adolescentes y mujeres que no cuentan con las posibilidades de acceder a productos de higiene menstrual.
La menstruación hace parte los ciclos de nuestras vidas y todas deberíamos tener el derecho a poder vivirlas con seguridad, tranquilidad y en salubridad.
¡El Ecuador no cuenta con una ley de higiene menstrual porque quienes nos gobiernan NO menstrúan!
Feminista con más 20 años de experiencia trabajando por la justicia social y los Derechos Humanos de niñas, mujeres y personas LBGTIQ+ en Ecuador y en América Latina y el Caribe. Psicóloga por la Universidad de Los Andes, Bogotá, Colombia y Máster en Ciencias Sociales con especialidad en Sexualidad, Género y Cultura por la Universidad de Ámsterdam, Países Bajos. Hace parte del Colectivo Destino Feminista que produce el programa semanal en línea Ruta Feminista.