Diana Patiño Flor
Esta es la historia de Luchita, una niña de escasos recursos económicos. Tiene 12 años y está en primero de colegio. Nunca le han dado educación sexual. Ni en la escuela ni en la casa. Hablar de sexo, órganos genitales, fecundación y los ciclos hormonales de las mujeres son temas tabúes.
Un día Luchita se despertó para ir al colegio y al ir al baño y bajarse el interior se asustó. Vio una mancha café en él. No supo qué hacer. Un pequeño dolor le retorció el estómago. Luchita creía que estaba enferma. Algo le cayó mal. Y así, con dolor e inseguridad, se arregló para ir al colegio.
En el colegio se dio cuenta que esa mancha café seguía aumentando y, adicional, tenía sangre. ¡SANGRE! Se asustó horrores. No sabía qué hacer. En el baño agarró un poco de papel higiénico y se lo colocó en el interior, para que no se siga manchando. Se vio la falda y ya tenía una pequeña mancha. Y fue justo que, al salir del baño, unas compañeritas de un curso superior la vieron y empezaron a burlarse: “Jajajajajaja, miren, miren, Luchita se manchó. Tiene la regla. Luchita la sangrona, Luchita la sangrona”.
Luchita se sintió tan mal que se fue antes de terminar las clases y corrió a su casa. Se moría de la vergüenza y del dolor. Los retorcijones aumentaron. Su mamá la vio llegar, llorando y despeinada. Cuando le preguntó qué había pasado y por qué llegaba tan temprano, Luchita contó lo sucedido. Su madre le dijo: “ah, estás enferma. Es normal. Vas a sangrar por unos días. No tenemos para comprar toallas sanitarias. Así que tendrás que ponerte un pedazo de tela o si sangras mucho pues faltas a clases. -Con ironía- Felicidades, ya eres toda una mujercita”.
La menstruación es un tema que sigue siendo tabú en nuestra sociedad. Utilizamos eufemismos como: “vino Andrés (el que viene cada mes)”, “estoy en mis días” o una frase más grave todavía: “estoy enferma”. ¿En qué momento de la humanidad el menstruar se convirtió en una enfermedad? Cuando es algo completamente sano y natural. Otra problemática es el estigma que recibimos por los, supuestos, cambios de ánimo: “uy, qué histérica, qué sensible, ¿estás en tus días? Mejor no le digas nada”. No podemos sentirnos mal durante esos días y, si nos sentimos mal, igual debemos ir al trabajo, aunque nos estemos muriendo con cólicos. Nos escandalizamos por ver sangre. Sólo miren las publicidades de productos para la menstruación: todas las mujeres son felices, radiantes y menstrúan con júbilo. Y para enseñarte la gran capacidad de absorción del producto, utilizan siempre un color azul o de tonalidad parecida. Muy suave, sutil, agradable a la vista. Nunca rojo. Nunca sangre. Aprendimos a silenciar nuestras menstruaciones pidiéndole a una amiga, en corto, que vea si nos hemos manchado la ropa. Porque mancharse es tremenda vergüenza. La gente va a enterarse que menstrúas, o sea, que estás enferma, sucia. A lo largo de los años se nos ha implantado un sentimiento de “asco” o de “esconder” la menstruación.
Con la aprobación del proyecto de Ley de Salud e Higiene Menstrual que se está debatiendo en la Asamblea Nacional a Luchita no le hubiese pasado esto. Luchita hubiese recibido clases de educación sexual, artículos de higiene menstrual gratuitos y no tendría que faltar a clases. Luchita entendería cómo funciona el ciclo hormonal en una mujer, lo natural, saludable y perfectamente normal que es menstruar, no se habría asustado y estaría contenta de entrar en una nueva faceta en su vida. Tampoco habría sido objeto de burla ni se sentiría avergonzada. Y así como Luchita hay muchísimas adolescentes, mujeres y personas menstruantes que necesitan tener acceso gratuito y digno a este tipo de artículos de primera necesidad. Porque no podemos dejar de menstruar, no debemos. Ni tampoco debemos dejar de tener una vida digna porque estamos menstruando. Porque la menstruación es parte de nosotras y no debemos esconderla ni sentir asco. No deben discriminarnos ni mofarse o estigmatizarnos.
Esta es la historia de Luchita, una niña de escasos recursos económicos. Tiene 12 años y está en primero de colegio. Ha recibido clases de educación sexual. Le han explicado qué es el sexo, órganos genitales, fecundación y los ciclos hormonales de las mujeres.
Un día Luchita se despertó para ir al colegio y al ir al baño y bajarse el interior se asustó. Vio una mancha café en él. Sin embargo, se acordó de lo aprendido y acudió a su mamá para corroborar su creencia. Su madre revisó y constató que su hija acababa de tener su primera menstruación, la menarquia. La abrazó y felicitó. Un pequeño dolor le retorció el estómago, así que su madre le preparó una agüita de manzanilla. Le dio una toalla sanitaria que adquirió en un dispensario de salud público y le preguntó si se sentía bien para ir a clases. Luchita estaba un poco asustada y, a la vez, emocionada. “Estoy creciendo”, pensó para sí. “Mi cuerpo empezará a cambiar”. Le dijo que sí a su mamá y se alistó.
Así nerviosa fue al colegio. Le contó a su mejor amiga y esta se alegró por ella. Juntas acudieron a la profesora de educación sexual y ella le dio un kit de higiene menstrual que consistía en toallas, tampones, pastillas para los cólicos y folletos informativos. Nadie se burló de Luchita. Ella estaba feliz. Al finalizar las clases Luchita regresó a su casa. Su madre la estaba esperando para que le cuente qué tal le fue. Luchita le enseñó el kit y le contó cómo estuvo su día. Ya no tenía dolor. Se sentó a la mesa a hacer los deberes mientras la mamá le servía el almuerzo. “A partir de hoy soy una nueva Luchita”, pensó, muy contenta, para sí.
Comunicadora audiovisual / Redactora / Fotógrafa / Creativa
De actitud positiva y agradecida. Apasionada por la vida y los pequeños detalles. Mis ojos ven fotos en todos lados y mis dedos narran historias que llevan a mis lectores de la mano a través de las palabras.