Manuel Salgado Tamayo
El pasado miércoles 11 de Septiembre, mientras la comunidad civilizada del mundo recordaba el sangriento golpe de Estado de 1973 en Chile, hace 46 años, y el atentado a la Torres Gemelas perpetrado en el 2001, hace 18 años, el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, OEA, por iniciativa de Colombia y con el apoyo de Estados Unidos y Brasil, decidió reactivar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, argumentando que: “La crisis en Venezuela tiene un impacto desestabilizador, representando una clara amenaza a la paz y la seguridad del hemisferio”.
El TIAR es un tratado firmado, el 2 de Septiembre de 1947, por varios Estados nacionales del continente Americano en el que se establece que: Artículo 2º. “Un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos”.
Artículo 6º. Tendrá esa misma valoración: “cualquier otro hecho o situación que pueda poner en peligro la paz en América”. Artículo 8º. Se establece que frente a esas situaciones los Estados miembros pueden recurrir, entre otras medidas, “al empleo de la fuerza armada”.
Este tratado militar concebido por el Pentágono, en el clima de la “Guerra Fría”, tenía como objetivo homologar la doctrina de seguridad nacional de los países de la región; bloquear el avance de los movimientos revolucionarios y crear una coalición de ejércitos en caso de una amenaza extracontinental.
Estados Unidos viola el TIAR en la Guerra de las Malvinas
Como la historia está llena de ironías y paradojas, en 1982, la dictadura militar argentina, encabezada por el General Leopoldo Galtieri, pensó que dados los enormes servicios que habían prestado los militares argentinos al Imperio Americano, a través de la Guerra Sucia y el Plan Cóndor, ejecutados contra sus propios pueblos, era factible recuperar el territorio de las Islas Malvinas, de las que los ingleses se habían apoderado en 1833.
Seguros de que esta maniobra despertaría la adhesión de su pueblo y también de que los americanos cumplirían su papel de aliados en el TIAR: el 2 de abril de 1982, invadieron militarmente el territorio de las islas Malvinas. Los ingleses, dirigidos entonces por la “dama de hierro” Margaret Teacher, organizaron una respuesta militar, marítima y aérea, de gran envergadura que derrotó en pocos días a los soldados argentinos mal preparados y casi derrotados por el crudo invierno.
El 14 de junio de 1982 se consumó la derrota de las fuerzas argentinas y la victoria de los ingleses apoyados por la OTAN y los Estados Unidos de América.
Esta fue la única ocasión en que un Estado Americano fue atacado por una potencia extracontinental. La guerra puso a prueba el cumplimiento del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y los dictadores argentinos y la opinión pública latinoamericana comprobaron entonces, una vez más, que los Estados Unidos no tienen amigos ni aliados y que su política internacional está determinada por sus intereses geoestratégicos y geopolíticos. Frente al dilema planteado por los militares argentinos la Presidencia Imperial de Ronald Reagan no tuvo inconveniente en olvidar el TIAR y apoyar a Inglaterra en un caso flagrante de agresión de un Estado extracontinental a un Estado Americano.
Desempolvando el TIAR
Treinta y seis años después de la Guerra de las Malvinas, con un cinismo y una desvergüenza que debería constar en la “Historia Universal de la infamia” de Jorge Luis Borges, Donald Trump y sus sirvientes en la OEA han tomado, el 11 de septiembre pasado, la decisión de reactivar el TIAR, con los votos favorables de 12 de los 19 países signatarios del Convenio: la Argentina de Macri, el Brasil de Bolsanaro, el Chile de Piñera, la Colombia de Duque, Paraguay, Guatemala, Honduras, el Salvador, Haití y República Dominicana, Estados Unidos, más la representación espúrea de Guaidó.
Con un mínimo gesto de dignidad se abstuvieron: Costa Rica, Panamá, Trinidad Tobago, Perú y Uruguay. Estuvo ausente la delegación de Bahamas. México se retiró del TIAR en Septiembre del 2002 y también lo hicieron, por resolución del ALBA, en Junio del 2012: Ecuador, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
La reactivación del TIAR, tomada por los representantes de 11 de los 34 integrantes de la OEA, pretende abrir las puertas a una intervención militar de los Estados Unidos en Venezuela y sin duda forma parte integral de la estrategia de profundización del bloqueo norteamericano contra Cuba.
La OEA, desde su creación en 1948, en medio de la convulsión social creada por el asesinato de Gaitán, ha sido el “Ministerio de colonias de los Estados Unidos”, como la definió Fidel Castro.
En sus 71 años de historia la OEA perdonó invasiones, asesinatos políticos, golpes de Estado; fue ciega, sorda y muda ante las atrocidades del “terrorismo de Estado” en el Cono Sur y por ello resulta insólito, infame y vergonzoso que algunos gobiernos, que han retornado a la hegemonía regional de Washington, pretendan encubrir una guerra de agresión contra el pueblo de Venezuela, como lo han advertido incluso las delegaciones ambiguas de Chile y la República Dominicana que votaron a favor de la reactivación del TIAR pero en contra de una posible intervención militar.
En la gestación de la tragedia económica, social y política de Venezuela hay responsabilidades compartidas por el Estado y el gobierno fallidos de Nicolás Maduro, pero también por efecto de las duras medidas adoptadas por la administración Trump.
Pese a ello, la profunda crisis que vive Venezuela deben resolverla los venezolanos, como lo ha entendido incluso un sector de la oposición venezolana, en cumplimiento de los principios del derecho internacional que prohíben la amenaza o el uso de la fuerza y obligan a respetar la independencia, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
Profesor Emérito de la Universidad Central del Ecuador. Ex legislador. Literato. Mgs. en Relaciones Económicas Internacionales mención Comercio e Integración por la Universidad Andina Simón Bolivar. Phd en estudio latinoamericanos en UASB